lunes, 17 de noviembre de 2014

Mojenho-Daro, el enigma del valle del Indo

En el actual estado de Pakistán y próxima a las orillas del río Indo, podemos encontrar una de las antiguas ciudades más enigmáticas para la comunidad arqueológica  de la denominada como “Cultura del Valle del Indo”. Nos referimos a Mohenjo-Daro, que significa “el montículo de los muertos”. Junto a Harappa, situada a poco más de seiscientos kilómetros de distancia más al noreste, constituyen las dos ciudades más emblemáticas y conocidas de esta antigua civilización del Valle del Indo entre las no menos de cuatrocientas urbes de diferentes tamaños que poblaron el área oficialmente desde el año  2.350 al 1.750 a.C.

Descubierta por el arqueólogo inglés John Hubert Marshall en el año 1.920 y declarada  Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1.980, si hay algo que sorprende inicialmente de Mohenjo-Daro, es la total ausencia de edificios que en un principio puedan identificarse como templos o palacios, ni ningún tipo de simbología que pueda asociarse a estas instituciones. Todos los edificios siguen un patrón uniforme, destacando su construcción en una o dos plantas en ladrillos de adobe con ausencia de adornos y ventanas. Y todo ello, dentro una planificación urbanística muy por encima a la de cualquier otra antigua civilización  e incluso de las más recientes, con amplias avenidas y calles rectas (muchas de ellas perfectamente pavimentadas), con edificaciones rectangulares dotadas todas ellas de una red de drenajes, canales, tuberías y alcantarillado, que incluía arquetas de inspección de éste último.

 Basta decir que, ninguna ciudad del Antiguo Oriente tuvo instalaciones higiénicas de ninguna clase comparables a las que podemos localizar en Mohenjo-Daro o cualquiera del resto de poblaciones del antiguo Valle del Indo.

 La ciudad totalmente amurallada, también con ladrillos de adobe, se localizaba  en poco más de un kilómetro cuadrado de extensión, logrando alcanzar en sus momentos de mayor apogeo casi los 50.000 habitantes, aunque existen algunos investigadores que incrementan esta cifra por encima de los doscientos mil. Se dividía en dos zonas bien diferenciadas: la primera de ellas, conocida como “la ciudadela”, si situaba sobre un montículo artificial, y albergaba el área político-administratíva, e incluso tal vez también el área religiosa, aunque no se hayan encontrado por el momento los vestigios necesarios para poder asegurarlo. La segunda zona, la “ciudad baja”, concentraba las áreas residenciales, los talleres artesanales, los almacenes y graneros.
 
 
 
Tanto J.H. Marshall como sus sucesores en las excavaciones desarrolladas durante todo el pasado siglo XX fueron de sorpresa en sorpresa. Según profundizaban en los distintos niveles o estratos de construcción de la ciudad, más elementos de desarrollo tanto artístico y técnico eran encontrados, a diferencia que en las capas superiores, dando la sensación de una involución técnica y cultural, o al menos, de un estancamiento en el progreso de sus moradores. Al igual que la cultura sumeria, la del Valle del Indo también parece que surgió de repente, sin haber dejado huellas de una evolución anterior a la aparición de Harappa y Mohenjo-Daro. Pero si la aparición de tan sorprendente civilización sigue siendo un auténtico misterio, no lo es menos el de su desaparición, atribuida inicialmente a la presencia de pueblos invasores de origen indoeuropeo.

 En nada han podido ayudar a los especialistas que tratan de desentrañar los misterios de los antiguos pobladores del valle del Indo, los numerosos textos encontrados entre sus ruinas. A día de hoy permanece sin ser descifrada, y es muy poco lo que se ha avanzado en su comprensión. Aparentemente es de tipo ideográfica y silábica, pero no se corresponde con ninguna otra escritura de las mismas características exceptuando una sola, la que aparece en las tabillas rongo-rongo de la Isla de Pascua, distanciada tanto por miles de kilómetros geográficamente como por miles de años históricamente. Esta curiosa e increíble similitud ha sido achacada por los paleógrafos a una simple casualidad.
 
Hay que recurrir a antiquísimos textos védicos, un conjunto de escritos tradicionales  en lenguaje sánscrito y supuestamente legados en algunos casos por los dioses, para poder  encontrar referencias que traten de aclarar los numerosos interrogantes que se ciernen sobre Mohenjo-Daro y el resto de poblaciones del Valle del Indo. En uno de estos textos, el Mahabharata, un extensísimo poema épico de casi 215.000 versos divididos en diez cantos (ocho veces más extenso que la Odisea y la Iliada juntas), aparece la ciudad de Mohenjo-Daro envuelta en sangrientos sucesos bélicos, donde tanto hombres como dioses se vieron involucrados, y que relega a épocas aún más remotas los orígenes de la ciudad, pues los sucesos descritos en el Mahabharata se sitúan hacia el año 3.103 a.C. y que desembocaron  en el “Kali Yuga” o “Edad Sombría”, una especie del fin del mundo antiguo conocido, una auténtica Apocalipsis que cambió la historia de la antigua India.

 En el Mahabharata o “guerra de los bharatas”, se describen las luchas de dos familias o clanes reales, los Pandavas y los Koravas, ambas antepasados comunes del mítico Rey Bharata. Algunas de las traducciones llevadas a cabo en los siglos XIX y XX sobre los más de  doscientos mil versos que componen la antigua epopeya, han resultado enormemente polémicos, negándose incluso la propia existencia de algunos de estos mismos versos como originales, o descalificando los conocimientos de sánscrito de algunos de los eruditos que transcribieron los textos. Recién finalizada la I Guerra Mundial, muchos antiguos manuscritos se pusieron de moda, destacando entre ellos el Mahabharata, pues algunas de las traducciones parecían reflejar una enorme semejanza a los desgraciados momentos vividos en la contienda mundial, donde armas enormemente poderosas eran capaces de aniquilar a los hombres hasta un punto jamás visto hasta el momento. Pero el sumum llegó al concluir la II Guerra Mundial, con la utilización de la bomba atómica, la más poderosa de las armas nunca creada por la mano del hombre…, pero, ¿seguro que nunca?
 
“……Un solo proyectil, cargado con toda la potencia del universo. Una columna incandescente de humo y llamas, tan brillante como diez mil soles, se alzó en todo su esplendor. Era un arma desconocida, un rayo de hierro, un gigantesco mensajero de la muerte que redujo a cenizas las razas de los Vrishnis y Andakas, los enemigos contra quienes se utilizó. Los cadáveres estaban tan quemados que resultaban irreconocibles. Sus cabellos y uñas desaparecieron; jarros y objetos de greda quedaron destrozados, sin motivo aparente, y los pájaros se volvieron blancos. Al cabo de pocas horas, todos los comestibles estaban infectados. Los soldados se lanzaron a los arroyos y trataron de lavar sus cuerpos y todo su equipo……”.

Uno de estos más que polémicos textos, describe a la perfección la utilización de armamento nuclear 5.000 años antes de que los americanos los utilizasen sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Del mismo modo, existen gran cantidad de textos que describen con todo tipo de detalles la existencia de naves voladoras (vimanas) y de cohetes o misiles capaces de alcanzar largas distancias con sus mortíferas cargas. Tal vez el texto anteriormente referido del Mahabharata no sea original o su traducción no haya sido la más correcta, pero hay otras muchas clases de detalles que señalan a un abrupto final de los antiguos habitantes de Mohenjo-Daro.
 
 
 
 
Se da una gran contradicción a la hora de evaluar los motivos y causas que pudieron propiciar la repentina desaparición de los mapas de Mohenjo-Daro, pues si bien por un lado se ha especulado con la posible matanza de sus pobladores a manos de hordas invasoras tras una cruenta lucha, solo se han encontrado por parte de los arqueólogos durante sus trabajos de campo, poco más de treinta esqueletos diseminados por las calles. ¿Dónde estaban pues el resto de los habitantes? ¿De dónde viene entonces el nombre de “el montículo de los muertos”? ¿Habían desaparecido o sido evacuados antes de la batalla? También existe una hipótesis muy aceptada por la comunidad arqueológica por la que la ciudad pudo haber sido abandonada por un cambio repentino en el curso del Río Indo sobre el año 1.700 a.C., pero no explica algunos detalles muy incómodos para los que hasta el momento no se han encontrado respuestas determinantes.

 A pesar de ser muy pocos los esqueletos encontrados, todo parece indicar que la muerte les vino muy deprisa, en plena huída. Hasta tres miembros de la misma familia, entre los que se incluye un menor, aparecieron boca abajo cogidos de la mano, otros parecen haber sido también sorprendidos en plena calle no logrando haber encontrado refugio y observándose como parte de sus huesos se hubiesen consumido o volatizado muy rápidamente, yaciendo desde entonces de forma aislada o en pequeños grupos. Y por si fuera poco, al igual que en Harappa, todos estos restos humanos encontrados en las calles de Mohenjo-Daro presentan una circunstancia excepcionalmente extraña: un alto nivel de radioactividad.
 
Existe una especie de foco ó “epicentro” de unos poco más de 45 metros de diámetro en el centro de la ciudad, donde el terreno se encuentra cristalizado, encontrándose los bloques de piedra más próximos derretidos o fundidos. En las edificaciones próximas se puede observar como los ladrillos de las paredes expuestos al exterior y en dirección al supuesto “epicentro” se encuentran del mismo modo, también fundidos o derretidos, una circunstancia que solo se podría haber logrado exponiéndolos a temperaturas superiores a los 1.500º centígrados. Con los mismos síntomas  de destrucción se han encontrado toda clase de objetos de alfarería, cerámica, joyería, etc, y las señales de explosiones e incendios se encuentran por doquier.
 
¿Qué clase de armas pueden provocar tales efectos tanto en las personas como en los edificios circundantes? ¿Acaso una explosión nuclear?

 Dado lo increíble de semejante hipótesis, lamentablemente, no existe por el momento ningún estudio medianamente serio, achacándose inicialmente la presencia de radioactividad a las propias características geológicas del terreno donde se encuentran emplazadas las ruinas de Mohenjo-Daro. De igual manera, la presencia de objetos o superficies vitrificadas y materiales derretidos o fundidos, se ha asociado a fuerzas de la naturaleza ya observados en otras latitudes como Escocia, Australia o Egipto, producto todos ellos de rayos y arcos eléctricos de gran intensidad. Nadie, repetimos, ha intentado hacer los trabajos necesarios para clarificar la verdadera naturaleza de las cicatrices que, tanto en los seres humanos como en las edificaciones quedaron plasmados durante largos siglos, desde una perspectiva que incluyese  la posible utilización de energía nuclear. El solo planteamiento de ésta última hipótesis supondría de inmediato el total desprestigio para cualquier investigador, universidad u organización, pues implicaría el conocimiento de los secretos del átomo por los hombres que habitaron el Valle del Indo hace más de 5.000 años.
 
 
 
No son solo Harappa o Mohenjo-Daro quienes apuntan en la dirección de tan extravagante hipótesis como plausible, ni tan siquiera los míticos relatos descritos en el Mahabharata  u otros textos védicos. Son varios los puntos geográficos donde han sido detectadas las “huellas” de posibles deflagraciones nucleares en la India. Al menos existen tres puntos en el área comprendida entre las montañas de Rajmahal y el Río Ganges  que presentan grandes capas de cenizas y una presencia de radiación superior a la media habitual. Lo mismo ocurre en el estado de Rajasthan, donde un área de cinco kilómetros cuadrados aparece cubierta de cenizas radioactivas a poco menos de 15 kilómetros al Oeste de la ciudad de Jodhpur, y que según siempre los lugareños, es la causante del gran número de casos de cáncer y malformaciones congénitas detectados en sus inmediaciones. Incluso se ha asociado en numerosas ocasiones al cráter del Lago Lorna, en las proximidades de Deccan, como los restos de una gigantesca explosión nuclear. El cráter se encuentra sobre una meseta de roca basáltica, lo cual le hace ser prácticamente único en el mundo, pudiéndose apreciar áreas de roca completamente vitrificada.  Alcanza poco más de los dos kilómetros de diámetro y los ciento cincuenta metros de profundidad, habiendo sido  siempre considerado como de origen volcánico por parte de los geólogos, aunque se abandonó tal idea para ser sustituida por la de un meteorito, aunque jamás se ha encontrado ningún rastro de material meteórico.
 
 
CARLOS E. CASERO    Paleoastronaútica

 


lunes, 29 de septiembre de 2014

Las líneas de Nazca

En una extensión que abarca casi 50 kilómetros de longitud y 15 kilómetros de ancho se encuentran emplazadas las conocidas mundialmente con el nombre de las "Líneas de Nazca". Este lugar es denominado por los habitantes de la zona como "la pampa colorada", y está formado realmente por cuatro pampas: Nazca, Socos, Ingenio y Palpa. Su ubicación las sitúa entre los kilómetros 419 y 465 de la carretera Panamericana Sur, cerca de la ciudad de Nazca, fundada en el año 1.595 por el Virrey García Hurtado de Mendoza, en lo que era uno de los asentamientos de la antigua cultura prehispánica de los nazca.
Descubiertas por el arqueólogo norteamericano Paul Kosok, de la Universidad de Long Island en 1.939, fueron posteriormente estudiadas casi hasta la actualidad por una de sus discípulas, la alemana María Reiche. Las características especiales del terreno donde se encuentras dibujadas las docenas de figuras de animales, formas geométricas y líneas aparentemente sin sentido, han permitido una conservación excelente después del paso de los siglos. Se cree que todo el conjunto de las Líneas de Nazca fueron realizadas progresivamente entre los años 300 a. C. y 900 d. C. En este apartado rincón del mundo, la lluvia apenas cae durante unos pocos minutos una vez cada dos años. Las piedras oscuras de la superficie forman una especie de colchón de aire caliente que impide la acción del viento, y además, la composición del suelo contiene el suficiente yeso como para que al contacto del rocío de la mañana, haga que las piedras queden adheridas por su base al suelo.
Son aproximadamente unas 300 imágenes o geoglífos los que se pueden encontrar diseminados por toda la zona. Animales y figuras geométricas son las más numerosas, aunque existen también algunas con rasgos humanos, y todas ellas rodeadas de infinidad de líneas y pistas que surcan en todas las direcciones la amplía pampa, formando algunas de ellas, enormes dibujos trapezoidales de varios kilómetros de longitud.

Todo este enorme despliegue de formas apenas es apreciable desde la superficie siendo únicamente posible verlo en toda su magnitud desde el aire. Ante esta situación surgen inmediatamente dos preguntas: ¿Para qué hicieron los antiguos habitantes del Perú estos dibujos?, y.... ¿cómo lograron realizar esta gigantesca obra?. Tanto María Reiche hasta el momento de su muerte, como la mayoría de los investigadores coinciden al afirmar que, todo el complejo de Nazca es un gran calendario astronómico, que ayudó en su momento a las ceremonias religiosas y a planificar la agricultura de los lugareños. Del mismo modo afirman que la ejecución de tan singulares dibujos sólo pudo ser realizada con métodos rudimentarios propios de la época.

Si bien muchas de las líneas y formas que componen la totalidad del conjunto de Nazca están orientados a diferentes astros y constelaciones, no es menos cierto que distintos estudios realizados con avanzados programas de ordenador han sacado a la luz, que no más del 20 por ciento de estas líneas y figuras poseen una orientación astronómica, lo que ha hecho pensar que todas las orientaciones o al menos gran parte de ellas, no sean más que el producto de la casualidad, dado el elevado número de formas existentes. No se explica del mismo modo que tuvieran que recurrir a estos dibujos para planificar el movimiento de los astros, para así poder organizar la agricultura, teniendo numerosas referencias geográficas (picos, cerros, montañas) en la zona, que bien podrían haber cumplido igualmente esta misma misión.

Por otro lado, resulta enormemente complejo el poder realizar dibujos tan cuidadosamente trazados a través de cerros y barrancos sin desviarse de su dirección original. Se ha llegado incluso a plantear por parte de arqueólogos conservadores y poco dados a fantasías que, los indios nazca eran poseedores del conocimiento del vuelo, y que habían desarrollado un sistema de globos aerostáticos que les permitieron ejecutar desde el aire, estos monumentales dibujos. Incluso existen indicios documentales, como el relato de diferentes conquistadores que aseguraron haber visto a los indígenas volar en naves por el cielo, y también el experimento llevado a cabo por Julian Nott y Jim Woodman, consistente en hacer volar un globo al que bautizaron con el nombre de "Cóndor", construido con materiales de la zona de Nazca, logrando remontar el vuelo a una altura de 200 metros.

Sin embargo no hay ni una sola representación gráfica de estos globos pre-incaicos en las numerosas muestra de cerámica recogidas en toda el área, y en donde si aparecen constantemente el mismo tipo de dibujos y formas geométricas que se dibujan en toda la zona de las pampas de Nazca.
Otros por el contrario, como es el caso del investigador suizo Erich Von Däniken, no han dudado en señalar que este emplazamiento sirvió como zona de despegue y aterrizaje de naves voladoras por parte de visitantes de otros mundos, que utilizaron un lugar debidamente señalizado para poder enviar desde naves nodriza orbitando en el exterior del planeta, vehículos más ligeros de transporte a la superficie de la Tierra. Esta teoría no explica muy bien la presencia de los distintos y numerosos dibujos, y además, lo abrupto del terreno y la delicada superficie de polvo que cubre el suelo, tampoco parecen favorecer el aterrizaje de pesadas naves. Existen también, antiguas leyendas incas, que se refieren a la presencia de un mítico rey llamado Antarqui que logró vencer a sus enemigos dirigiendo a sus ejércitos desde el aire.

Sean cuales sean los motivos que impulsaron a sus constructores, permanece como uno de los mayores misterios al que la arqueología se ha enfrentado, y al que por el momento no ha podido dar respuestas satisfactorias.

Gran parte de la dificultad de poder encontrar posible soluciones, comienza con los perjuicios que conlleva el admitir que existen numerosas evidencias repartidas por todo el mundo que señalan inequívocamente el alto conocimiento de aeronáutica de los pueblos de la antigüedad y que iremos desgranando poco a poco en otros artículos en Tercera Vía.

Hoy en día, esta zona arqueológica Patrimonio de la Humanidad, corre un serio peligro de desaparecer. Las columnas de polvo que levanta el incesante tráfico que pasa a diario por la Autopista Panamericana, se están depositando gradualmente sobre la superficie de los dibujos y líneas. Si no se remedia, tal vez pronto estos maravillosos dibujos pasen a formar parte de una leyenda, como tantos otros lugares del mundo que han sido víctimas de la mano del hombre.


Carlos E. Casero

martes, 2 de septiembre de 2014

Los doscientos de Enoch

“…Así, pues, cuando los hijos de los hombres se hubieron multiplicado, y les nacieron en esos días hijas hermosas y bonitas, y los ángeles, hijos de los cielos, las vieron, y las desearon, y se dijeron entre ellos: -Vamos, escojamos mujeres entre los hijos de los hombres y engendremos hijos-. Entonces, Samyaza, su jefe, les dijo: -Temo que quizá no queráis cumplir esa obra, y yo seré, yo solo, responsable de un gran pecado-.
Pero todos le respondieron: -Hagamos todos un juramento, y prometámonos todos con un anatema no cambiar de destino, sino ejecutarlo realmente-. Entonces todos juntos juraron y se comprometieron acerca de eso, los unos hacia los otros, con un anatema. Así, pues, todos ellos eran doscientos, y descendieron sobre Ardis, la cima del monte Hermon; y lo llamaron –Monte Hermon-  porque es sobre él donde habían jurado y se habían comprometido los unos con los otros con un anatema.
Y he aquí los nombres de sus jefes: Samyaza, su lider. Urakabarameel, Aramiel, Kokabiel, Tamiel, Ramiel, Daniel, Azkeel, Baraquiel, Asael, Armaros, Batraal, Ananiel, Zaquile, Samsapeel, Satariel, Touriel, Yomeyal  y Azazel. Esos son sus jefes de decena…”








El texto anterior se corresponde con el Capítulo VI, Unión de los Ángeles con las Hijas de los Hombres, de El Libro de Enoch, de muy semejante contenido al que aparece también en el Capítulo VI del  Génesis, cuando éste hace referencia al gran interés de los ángeles, por procrear con las hijas de los hombres dada su enorme belleza. El Libro de Enoch es una recopilación de siete antiguos textos que, según los expertos, proceden con casi toda seguridad a diferentes periodos históricos y por tanto también de diferentes autores. Su procedencia es muy variopinta, pues muchos de los fragmentos encontrados a partir del pasado siglo XVIII, proceden de distintas versiones como la latina, griega o etíope, sabiéndose que existió una versión mucho más antigua en hebreo perdida a fecha de hoy, de la que todas las versiones restantes proceden. No fue hasta el año 1.856 que la totalidad de los textos que conforman el libro que conocemos en la actualidad, fuese definitivamente completada. Considerado por la Iglesia de Roma como un texto apócrifo, es  decir, no dictado o inspirado directamente por la Divinidad Suprema, para otras confesiones religiosas, como es el caso de la Iglesia Ortodoxa Etíope resulta de gran transcendencia e interés.

 Evidentemente, la complejidad de los hechos narrados con anterioridad, no ha pasado desapercibida para los exégetas de las distintas confesiones religiosas, ni para cualquier curioso que se haya adentrado en su lectura, y más aún cuando, tanto en el Génesis como en el propio Libro de Henoch, se asegura que de esta unión entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres, nacieron grandes gigantes (los  nefilim) que fueron la causa algún tiempo después de que, Dios decidiese exterminarlos mediante el envío de un diluvio a escala universal.

 Pero…, ¿quiénes fueron estos doscientos hijos de Dios que descendieron sobre el Monte Hermon? Si descendieron sobre la tierra…, ¿quiere decir el viejo texto que estaban volando anteriormente a su descenso?
 
Entre los “jefes de decena” que se citan en el Libro de Enoch, aparece en el último lugar un “grigori” (del griego egrégoroi) que viene a significar “observador o vigilante” cuyo nombre no nos deja de ser familiar. Nos referimos exactamente a Azazel, ya mencionado en otro de los artículos presentados en paleoastronautica.com, más exactamente en “Las Sombras del Monoteísmo” en el temario “Historia Desconocida”. Allí podemos apreciar como en Levítico 16 nada más y nada menos que el mismísimo Yahvé ordenó a los israelitas sacrificar un chivo en su nombre, un capítulo bíblico que tampoco nos ha dejado indiferentes a todos aquellos que nos hemos adentrado en la lectura del Antiguo Testamento o Pentateuco. En el Libro de Enoch, en el capítulo VIII, se señala muy específicamente acerca del papel desempeñado en todos aquellos acontecimientos por este personaje tan curioso:
 
“…Y Azazel enseñó a los hombres a fabricar las espadas y los machetes, el escudo y la coraza del pecho, y él les mostro los metales, y el arte de trabajarlos, y los brazaletes y los aderezos y el arte de pintarse los ojos con antimonio y de embellecerse los párpados, y las más bellas y más preciosas piedras y todos los tintes de color, y la revolución del mundo. Y la impiedad fue grande y general, ellos fornicaron, y ellas erraron, y todas sus voces fueron corrompidas…”
Al igual que Azazel, el resto de sus compañeros una vez unidos a las mujeres de los hombres desempeñaron distintos papeles en la enseñanza y educación de los hombres, en las más distintas ramas de la ciencia y el saber, tales como aprender a distinguir raíces y plantas medicinales, el movimiento de los astros y los planetas, forjar metales, labrar la tierra, etc. ¿De dónde provenía todo ese conocimiento adquirido anteriormente al descenso sobre la Tierra, que posteriormente fue legado a los hombres?

 Aparentemente revelador pudiera ser el Capítulo IX del Libro de Enoch, que con el nombre de “Intervención de los Ángeles Buenos” comienza así:
 
“…Entonces Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel miraron desde lo alto del cielo, y vieron la sangre esparcida en abundancia sobre la tierra y toda la injusticia cometida sobre la tierra…”
Desde “lo alto del cielo”, Azazel y sus 199 compañeros (los que descendieron sobre la tierra) fueron observados con enfado y desazón, aparentemente por haber incumplido una serie de normas. La primera, haberse mezclado genéticamente con los humanos, habiendo producido seres anómalos, los gigantes o nefilim. Pero esto no pareció ser suficientemente grave como para hacer intervenir de inmediato a “los de arriba”, pues por los hechos narrados, esta práctica se continuó en el tiempo. La segunda de las razones, parece que terminó por colmar el vaso de la paciencia de “los de arriba”, cuando, como podemos leer a continuación en el mismo capítulo, los ángeles “buenos” se dirigen a Dios en estos términos:
 
“…Tú has visto lo que ha hecho Azazel, cómo ha enseñado toda injusticia sobre la tierra y desvela los secretos internos que se cumplen en los cielos; y como Samyaza, al que tú habías dado el poder de dominar sobre sus compañeros, ha instruido a los hombres. Y ellos se han ido hacia las hijas de los hombres, sobre la tierra, y se han acostado con ellas y se han mancillado con ellas, y les han descubierto todo pecado. Luego, estas mujeres han puesto al mundo gigantes por lo que la tierra entera se ha llenado de injusticia…”
 
Las distintas confesiones religiosas que han bebido de éstas mismas fuentes, no terminan de encajar todas estas piezas que describen una historia tan increíble.  Los judíos por ejemplo, se refieren a este grupo tan especial de “hijos de Dios”, como una clase de ángeles particulares cuyo cometido esencial fue el de preparar una limpieza de las líneas de sangre de la humanidad, con el posterior diluvio, dejando claro que, ni Noé ni su familia conservaba ni un solo gen de los extintos nefilim. A nivel personal, no termino de entender todo este tipo de entramado, pues como bien es sabido, las referencias a gigantes continúan apareciendo posteriormente al Diluvio Universal, tanto en la Tora hebrea como en el Pentateuco cristiano, con referencias continuas durante el capítulo del Éxodo a pueblos como los anaquitas, refaitas y emitas, todos ellos descritos como pueblos descendientes de los  gigantes, o incidentes tan de sobra conocidos como el de David contra el gigante filisteo Goliat (de seis codos y un palmo de estatura, poco más de dos metros y medio).

 La Iglesia Católica, se refiere a estos “hijos de Dios” como los descendientes de Set, hijo de Adán y Eva, nacido posteriormente a los sucesos que enfrentaron a sus hermanos Caín y Abel, y citado en el Deuteronomio por su “gran amor a Dios”. En esa misma línea, la Iglesia Ortodoxa profundiza en el tema y señala que los descendientes de Set o “hijos de Dios” comenzaron a sentir intereses carnales por las “hijas de los hombres”, es decir los descendientes de Caín, el asesino de Abel, a medida que su población fue extendiéndose. Pero lo que ni unos ni otros explican es por qué “descendieron”  estos descendientes de Set sobre el monte Hermon, por qué de su unión con las mujeres de los hombres (la rama de Caín) nacieron  los nefilim o gigantes, ni tampoco por qué ésta rama familiar de Adán y Eva poseía un nivel de conocimientos tan alto respecto a la cainita.
 
Además, dentro de las propias iglesias o confesiones religiosas citadas, jamás ha existido un claro consenso al respecto, pues no se llega a comprender del todo por qué a ojos de los de “arriba” y del propio Dios, los descendientes de Set o “hijos de Dios” incumplieron mandamiento alguno uniéndose y tomando por esposas a las “hijas de los hombres” o descendientes de Caín, todos a su vez descendientes de Adán y Eva, e incluso refiriéndose en último caso a prácticas de la poligamia, pues, bastaría recordar que no fue hasta la llegada de Cristo que se eliminó esta costumbre, que una y otra vez podemos ver en las narraciones del Antiguo Testamento de la mano de personajes que contaron con todos los favores de Yahvé, el único Dios, como fueron los casos por ejemplo de Abrahán, Lamec, Jacob o David, todos ellos poseedores de más de una esposa a la vez.
 
En el sentido teológico más estricto y dejando a un lado los “juegos malabares” a los que los exégetas han tenido que recurrir para poder explicar cosas… “inexplicables”, este grupo de “hijos de Dios” o “grigori”, que es el nombre griego de “observadores o vigilantes” con el que se les denomina en otros textos bíblicos y apócrifos, serían un grupo de ángeles castigados por Dios, que en cierta forma rememoraría al de otro grupo de “ángeles caídos” mucho tiempo atrás bajo el liderazgo de Lucifer, que se atrevieron directamente a enfrentarse a la autoridad de Dios, cuando éste creó al hombre. A diferencia de Lucifer y sus ángeles rebeldes, Samyaza, Azazel y el resto de compañeros que descendieron sobre el Monte Hermon, su motivación fue bastante más banal o material. Son los propios teólogos más clásicos, quienes señalan que el “gran pecado” de este grupo de observadores o vigilantes, consistió en enamorarse y reproducirse con mujeres de la Tierra, habiendo posteriormente enseñado a los hombres, la creación de armas y el arte de la guerra, consiguiendo así traer al final el caos y el desorden a la raza humana.
 
La lógica más aplastante, y la consecución de hechos y consecuencias determinan que, los doscientos “grigori” tenían como misión principal encomendada, la vigilancia y observación desde las alturas de los humanos, con la orden clara y concisa por parte de la superioridad de los Elohim (señores), de no intervenir en los asuntos internos de la humanidad, y mucho menos mezclarse con ellos. Si observaban y vigilaban desde las alturas lo harían desde algún tipo de vehículo o nave aérea que orbitase alrededor de la Tierra. Las dificultades técnicas, las penurias diarias a bordo de la nave y la atracción sexual que sentían por las hembras humanas determinaron la deserción y el abandono de sus puestos de observación. Una vez descendidos sobre la Tierra dispusieron de una gran cantidad de tiempo para unirse a las hijas de los hombres y tener descendencia. Del mismo modo, y durante un largo periodo de tiempo, enseñaron a la humanidad lo que para ellos sin duda, no eran más que rutinarios métodos de supervivencia en un mundo lejano al suyo. Su intervención supuso un salto evolutivo no controlado, trayendo una serie de desequilibrios entre los hombres no calculados ni intencionados a priori por ellos.
 
Una vez detectada su deserción y el incumplimiento de las normas bastante tiempo después, de lo que se deduce que estaban en un punto lejano a la Tierra, se procedió por parte de los “ángeles buenos” enviados por los Elohim, a restablecer el orden y castigar a los desertores. La aparición de algunos gigantes y del propio Azazel en textos bíblicos que narran hechos posteriores al Diluvio Universal, parece indicarnos que algunos de los protagonistas lograron sobrevivir al castigo al que fueron condenados:
 
“…El Señor dijo aún a Rafael: -Encadena a Azazel, de pies y manos, y arrójalo en las tinieblas; y abre el desierto que está en Dudael, y lánzalo allí…”
 
Es precisamente en el desierto, exactamente en el del Sinaí, durante el éxodo del pueblo de Israel, que Moisés y los suyos guiados por Yahvé, entran en los terrenos de Azazel y ofrendan un chivo para él. ¿Por qué tanto honor para un desertor rebelde? De igual manera no nos queda más que preguntarnos, ¿resulto efectivo el diluvio para acabar con los gigantes? La propia Biblia en el Deuteronomio 3:11 afirma:
 
“…Og fue el único gigante que quedó vivo, y su cama era de nueve codos por cuatro codos de longitud, por cuatro de anchura, según el codo de un hombre…”
 
En otro de los textos apócrifos conocidos, El Libro de los Jubileos, se hace referencia a estos doscientos observadores con el nombre de “hijos de los Elohim”, y tenemos que recordar que Elohim es el plural de El (señor), sin embargo se nos asegura que Elohim es un antiguo plural mayestático de Dios, y así evitar duda alguna de concepción politeísta en los textos bíblicos. Aseguran los textos del Libro de los Jubileos, que se cree escrito entre el siglo II ó III a. C., que estos hijos de los Elohim, eran seres gigantes que bajaron a la Tierra porque carecían de compañía femenina, y que en un principio habían sido enviados para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia, pero los placeres terrenales les hicieron apartarse de su verdadera misión.
 
 
 
Carlos E.Casero

domingo, 31 de agosto de 2014

El poder del sonido

"......Yahveh dijo a Josué: -Mira, yo pongo en tus manos a Jericó y a su rey. Vosotros, valientes guerreros, todos los hombres de guerra, reodearéis la ciudad, (dando una vuelta alrededor. Así harás durante seis días. Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca. El séptimo día daréis la vuelta a la ciudad siete veces y los sacerdotes tocarán las trompetas). Cuando el cuerno de carnero suene (cuando oigáis la voz de la trompeta), todo el pueblo prorrumpirá en un gran clamoreo y el muro de la ciudad se vendrá abajo. Y el pueblo se lanzará al asalto cada uno por frente a sí......" (Libro de Josué 6-2, Toma de Jericó).



Reproducción artística de la toma de Jericó.

Este relato bíblico es a menudo puesto de ejemplo, por aquéllos que creen ver la posibilidad de la utilización de sofisticadas tecnologías en la antigüedad. Más concretamente en la utilización de un arma basada en determinadas frecuencias de sonido, capaces de tirar abajo, como es el caso, los muros de la antiquísima ciudad de Jérico, poseedora de unas impresionantes fortificaciones que se extendían a lo largo de toda la ciudad. Éstas tenían una superficie aproximada de tres hectáreas, que fueron sacadas en parte a la luz entre 1.907 y 1.909 por una expedición arqueológica germanoaustríaca, destacando principalmente una torre maciza de piedra que en la actualidad alcanza los nueve metros de altura y un diámetro muy similar, murallas de una envergadura de hasta siete metros y una anchura, en su parte superior, de 1,5 metros. En algunas zonas la muralla está compuesta de dos muros que discurren en paralelo distantes el uno del otro entre tres y cuatro metros. Delante del muro se encontraba un foso de casi tres metros de profundidad y ocho metros de ancho, tallado en la roca, lo que supone un gigantesco esfuerzo, si tenemos en cuenta las herramientas tan primitivas que, supuestamente, poseían los moradores de Jericó.

Como podemos ver un impresionante reducto defensivo para la época, de manera que sólo una intervención "divina" como nos relata la Biblia pudo facilitar los planes de Josué y el pueblo de Israel en su conquista a sangre y fuego de la "tierra prometida". ¿Leyenda, mito, exceso de imaginación por parte de quienes propugnan la posibilidad de un "arma acústica"?.

En noviembre de 1.922 el arqueólogo americano Howard Carter sorprendía al mundo con el... anuncio del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, donde encontró uno de los conjuntos de tesoros más importantes hasta el día de hoy realizados. Klaus-Ulrich Groth escribió un artículo en el Ancient Skies de lengua alemana, posteriormente traducido por G.T.Sassoon al ingles en el número de mayo/junio 1.996 de lengua inglesa, que nos relata un interesante suceso...:

"...... En una caja de la Galería 26 del Museo Egipcio del Cairo, hay dos trompetas que fueron encontradas en la Tumba de Tutankamón. En el Catalogo Munro & Boltin enumera una de ellas como la número 12 y es descrita como una -trompeta con sordina-. La otra trompeta esta hecha de plata y cobre, y, por alguna razón desconocida no está catalogada, sino solamente referida como un ejemplo de las trompetas encontradas en la Tumba, aunque ésta es de una mayor calidad a la catalogada. Dicha trompeta no está fuera de poseer historia, sin embargo, para entre el personal del Museo la historia de esta particular trompeta comienza cuando siendo limpiada en 1.954, alguien intentó soplarla, y en ese mismo momento la electricidad de todo el Alto Egipto falló. En 1.974, limpiándola de nuevo, y no teniendo constancia el personal del anterior evento, fue soplada de nuevo, y el poder energético se vino abajo esta vez sólo en la región de el Gran Cairo. Ambos incidentes puden ser demostrados como ocurridos, por los documentos archivados en la estación generadora de electricidad, de la caída inexplicable a cero ocurrida en aquel tiempo, y también en los artículos de los periódicos egipcios de aquel tiempo.Sin embargo, la relación con la -soplada- de la trompeta de Tutankamón no está completamente establecida. Allí nunca hubo ninguna investigación oficial técnica......"

Una vez más nos adentramos en el mundo de las "casualidades", como seguro que catalogarían este tipo de incidente sucedido en el Museo Egipcio del Cairo si tan sólo se molestasen un poco en investigarlo.

Trompetas localizadas en la tumba de Tutankamón.


Otro sorprendente dato lo aporta Erich von Däniken en su libro Regreso a las Estrellas donde hace la siguiente observación:

"......En la primavera de 1.964 el Instituto de Investigaciones Electroacústicas de Marsella, se trasladó a un nuevo edificio. Poco días después del traslado, varios colaboradores del profesor Vladimir Gavreau empezaron a quejarse de dolores de cabeza, náuseas y prurito; algunos se encontraban tan mal, que temblaban como hojas. En un Instituto que se ocupaba de cuestiones relacionadas con la electroacústica, no tardó en sospecharse que aquellas molestias podrían ser causadas por radiaciones incontroladas de alguna parte de los laboratorios. Los científicos se esforzaron por encontrar la causa del malestar, para lo cual examinaron todo el edificio con detectores de alta sensibilidad. Se encontró el motivo. No se trataba de frecuencias eléctricas incontroladas, sino de ondas de baja frecuencia que partían de un ventilador y que habían comunicado a todo el edificio una vibración de infrasonido.

Aquí se produjo una de esas felices casualidades que tan a menudo ayudan a la investigación. Hacía ya veinte años que el profesor Gavreau trabajaba como especialista en la investigación de las ondas sonoras. Tras el incidente, se dijo que lo que aquel ventilador había hecho -sin proponérselo-, también se podría hacer experimentalmente. De este modo, y ayudado por sus colaboradores, construyó en el propio Instituto de Marsella, el primer cañón acústico del mundo. A una reja, en forma de tablero de ajedrez, se ataron sesenta y un tubos flexibles, por los que se hizo pasar aire a presión regular, hasta que se percibió un tono, aún audible, en 196 Hz. El resultado fue devastador: las paredes de la nueva construcción se agrietaron, y los estómagos e intestinos de los que trabajaban en el laboratorio empezaron a vibrar dolorosamente. El instrumento tuvo que ser detenido en seguida.

Este primer experimento permitió al profesor Gavreau sacar sus consecuencias: hizo construir instalaciones protectoras para el equipo que manejaba el cañon acústico, tras lo cual encargó una verdadera -trompeta de la muerte- , que desarrollaba hasta 2.000 W. y emitía ondas sonoras de 37 Hz. No se pudo probar en marsella con toda su efectividad, porque habría destruido todos los edificios en varios kilómetros a la redonda......"

Del mismo modo se recurre a términos de "leyenda, mito o fantasía" una vez más, a los relatos de antiguos cronistas árabes que aseguraban que los antiguos egipcios lograban hacer volar de forma mágica, enormes bloques de piedra en sus procesos de construcción, con tan sólo introducir unas láminas entre las piedras y entonar determinadas notas musicales interpretadas por sacerdotes que conocían los secretos del poder del sonido.

Y no tan sólo sucedían estos "mitos" en el antiguo Egipto, en el lejano Océano Pacífico, en la Isla de Pohnpei, capital de los Estados Federados de Micronesia y a unos 1.600 kilómetros al nordeste de Nueva Guinea, se encuentra una inmensa ciudad de piedra megalítica llamada Nan Madol, con una extensión de 28 kilómetros cuadrados repartida entre casi cien isletas de arrecife y coral, con numerosos canales artificiales que la convierten en "La Venecia del Pacífico". Es en este lugar, donde las leyendas aseguran, que al igual que en el antiguo Egipto, los enormes bloques de piedra cuyo peso oscila entre los 20 y 50 toneladas , eran hechos volar mágicamente y los hombres incluso podían montar en ellas mientras volaban por el aire y eran colocadas en las islas entre los canales del océano. ¿Era ésta acaso la misma magia que la utilizada por los egipcios, para hacer volar los bloques de piedra?.

El ya desaparecido Robert Charroux, en su libro "El libro de los mundos olvidados", hace referencia a un relato de Andrew Tomas absolutamente auténtico, según sus propias palabras, sobre un fenómeno de la ciencia de la antigüedad desaparecida. Cito textualmente:

"......En la aldea de Shicapur, cerca de Puna, en la India, hay una pequeña mezquita erigida en memoria de un santo varón de la secta de los -sufíes-: Qamar Alí Derviche.

Cerca del edificio, yacen dos piedras redondas de granito, que pesan, respectivamente, 41 y 55 Kg.

Todos los días, los peregrinos invocan largamente a Qamar Alí cerca de estas piedras, hacen imposiciones de manos y, cuando se reúnen en número de once, levantan súbitamente la roca de 55 Kg a una altura de 1,50 a 1,70 metros, empleando únicamente la punta de los dedos índices. Igual fenómeno consiguen nueve personas con la piedra de 41 Kg......".

Levantamiento de la piedra por parte de once individuos.

Charroux introduce posteriormente dos comentarios, uno de Charles Lenormant y otro de Annie Besant:
"......Es seguro que, en tiempos muy antiguos, los sacerdotes de On, valiéndose de -palabras mágicas-, provocaban tempestades y, para construir sus templos, levantaban en el aire piedras que mil hombres no habrían podido desplazar"...

..."Estas piedras no eran levantadas por la acumulación de fuerzas musculares, ni por ingeniosos aparatos cuya potencia habría superado la de nuestros medios modernos; eran levantadas por los que comprendían y controlaban el magnetismo terrestre; perdían su peso y flotaban en el aire, de modo que la presión de un dedo bastaba para desplazarlas y depositarlas en el lugar exacto que les estaba destinado......"

Hoy en día la utilización de "los sonidos" se aplica en diferentes campos , como la medicina, la industria, el hogar, etc, . ¿Quien no ha oído hablar de la "pulverización" de pequeñas piedras en la vesícula? o también de la aplicación de ultrasonidos para plagas de ratones, cucarachas, moscas y un largo etc de animales perjudiciales para nuestros intereses.

Miguel Seguí, en un artículo de la revista "Enigmas" (nº 9 año-II), escribe algo tan interesante como esto:

"......Hoy en día no se podría reproducir el -milagro bíblico- (Jericó), pero tampoco se está demasiado lejos, sobre todo si se tiene en cuenta que algunos de los cañones sónicos realizados por investigadores como Vladimir Gavreau, son capaces de hacer vibrar sólidas paredes y de que aparezcan inquietantes grietas. Probablemente, para derribar unas murallas semejantes sólo habría que conseguir que un infrasonido suficientemente potente entrase en resonancia con las construcciones a demoler. De hecho, Gavreau ha apuntado en algunos de sus trabajos la posibilidad de utilizar infrasonidos con intenciones bélicas.

Si los infrasonidos se pueden convertir en el más demoledor ariete contra los muros, en el otro extremo de la gama sonora, los ultrasonidos también tienen unas propiedades que les pueden convertir en el más poderoso de los martillos......".

También en la revista "Enigmas" (nº 3 año-III), pero esta vez de la mano de Alberto Borrás Gabarró podemos leer sobre los trabajos de un inventor del siglo pasado, llamado John Keely:

"......Cuenta el estudioso de Keely, Dan A. Davidson, que en 1.965 un químico nuclear conocido suyo estaba haciendo experiencias con ultrasonidos, utilizando un transductor de titanato de bario situado en el fondo de un tubo de cuarzo de 5 cm de diámetro en el que puso una capa de agua de 10 cm de altura. El generador de frecuencia tenía una potencia de 600 W. Llegó un momento, a una frecuencia algo superior a 41.300 Hz, que el nivel del agua coincidió con la longitud de onda y se formó una onda estacionaria. Se oyó un chasquido y el agua desapareció repentinamente. Cuando Davidson miró al techo, encontró que sobre el tubo había un perfecto agujero circular de 5 cm de diámetro. Más tarde comprobó que en el tejado había otro agujero igual. El edificio era de una planta, pero por la perfección de los orificios, estaba seguro de que, si hubiese habido varias, todas hubiesen sido perforadas......"

En la actualidad seguimos sorprendiéndonos con las posibilidades que nos brinda el poder del sonido, un poder que ahora estamos aprendiendo a dominar, y que tal vez en un tiempo remoto nuestros ancestros ya controlaron, como tantas otras técnicas que bajo un halo de leyenda, magia y superstición nos llegan en la actualidad de una forma confusa. Un legado del pasado que no sabemos interpretar y que el tiempo casi a borrado.