sábado, 29 de junio de 2013

El misterio de las pirámides de China

LAS PIRAMIDES CHINAS

Por: Carlos E. Casero



A finales de la II Guerra Mundial el piloto de la US Air Force James Gaussman realizaba una misión de abastecimiento de víveres y provisiones a fuerzas del ejército chino. Pero el motor de su aparato empezó a tener problemas mecánicos que aconsejaron regresar a su base en Assam (Norte de la India). Para mayor seguridad y tras corregir el rumbo, el avión de James Gaussman hizo el viaje de regreso a baja altitud. Después de sobrepasar la ciudad de Xi'an y con rumbo Sur-Oeste, apareció ante su vista una gigantesca pirámide. Gaussman no salía de su asombro, y tras hacer varias pasadas sobre la pirámide tomó varias fotografías que, junto a un detallado informe, entregó a sus superiores nada más llegar a la base aérea de Assam. Este incidente quedó olvidado en los archivos de las fuerzas aéreas americanas. Cuarenta años después volvieron a salir a la luz pública gracias al escritor australiano Brian Crowley, que publicó una de las fotografías de Gaussman en uno de sus libros.





Fotografía aérea de la conocida como Pirámide Blanca, un monstruo de 300 metros de altura y que ocupa una superficie de 202.500 metros cuadrados.



Pero no era el primer incidente de esta clase que se producía por parte de pilotos sobre el espacio aéreo de China, ni tampoco el último. En marzo de 1.947, finalizada la contienda mundial, el diario New York Times hacía referencia a un avistamiento efectuado por el Coronel Maurice Sheehan desde su avión, en el cual y siempre según las declaraciones del militar, llegó a sobrevolar una gigantesca pirámide que alcanzaría los 300 metros de altitud, siendo cada uno de sus lados de 450 metros. De ser cierta esta información nos hallaríamos ante la mayor pirámide del mundo, destronando por K.O. a la mismísima Gran Pirámide de Giza en Egipto con sus 147 metros de altura y los 320 metros de cada uno de sus lados, 202.500 metros cuadrados de superficie de la pirámide china contra los 52.900 metros cuadrados de la Gran Pirámide egipcia. Existen numerosas denuncias de la presencia de pirámides sobre territorio chino realizadas por numerosos pilotos, e incluso fotografías realizadas más recientemente por satélites espías americanos. Pero las autoridades chinas siempre han negado incomprensiblemente la existencia de estos monumentos, ¿por qué?, ¿qué es lo que ocultan con tanto celo?.





A la izquierda localización de la Pirámide Blanca avistada por el Coronel Maurice Sheean. A la derecha una imagen de una escuadrilla de P-40 en la pista de un aeródromo. Estos aviones llamados "Tigres volantes" por su aspecto característico, eran pilotados por mercenarios a las órdenes del Coronel Claire Lee Chennault y combatieron al lado de los nacionalistas chinos. El cuerpo de Tigres Volantes (American Volunteer Group) fue constituido el 1 de agosto de 1.941. Desde 1.937 los Estados Unidos ayudó a los chinos a combatir el expansionismo imperialista de los japoneses. Cientos de pilotos de todas las nacionalidades sobrevolaron territorio chino, siendo numerosas las referencias existentes a la presencia de avistamientos de pirámides.


A comienzos del siglo XX, diferentes exploradores y comerciantes como los alemanes Frederick Schroedery Oscar Maman dieron testimonio de la presencia de no una, sino numerosas pirámides alrededor de la ciudad de Xi'an, haciendo especial hincapié en una de ellas, una construcción colosal que al igual que el testimonio del piloto norteamericano Maurice Sheehan, alcanzaba los 300 metros de altitud y algo más de 400 metros de lado. Según información recogida de algunos de sus acompañantes nativos, esta construcción tenía más de 5.000 años. Poco después Segalen, otro explorador alemán, alcanzó en 1.913 la que al parecer fue la Pirámide del Emperador Shi Huang-ti, el mítico Emperador Amarillo. En su diario anotó que la pirámide alcanzaba los 48 metros de altura y cada uno de sus lados tenía 350 metros. Del mismo modo constató la presencia de otras muchas pirámides más, algunas de enorme tamaño y de una antigüedad imposible de calcular.

En 1.994 el investigador alemán Hartwig Hausdorf logró fotografiar y filmar varias de estas construcciones en las proximidades de Xi'an, en una auténtica operación de audacia, pues todo el área que recorrió H. Hausdorf estaba restringida no sólo a extranjeros como él, sino incluso a los propios habitantes de los alrededores. Gracias a su valentía y coraje hoy podemos disponer del documento gráfico más importante de todos los tiempos sobre la existencia de construcciones piramidales en China.





Shi Huang-Ti, el Emperador Amarillo (a la izquierda) fue el autor de uno de los descubrimientos arqueológicos más impresionantes realizados por el momento en el mundo. Un gran ejército de figuras de terracota compuesto por más de 8.000 figuras fue enterrado en su mausoleo (a la derecha), donde según antiguos textos permanece aún sin descubrir bajo una pirámide también enterrada, su tumba y los más increíbles tesoros y riquezas. Gracias al descubrimiento de estas figuras de terracota se ha podido saber más sobre las razas que habitaron China y sus métodos guerreros que con toda la información recopilada hasta el momento de su descubrimiento en 1.974. Tras la desaparición de la Dinastía Qin a la que perteneció Shi Huang-Ti, China entró en un periodo de decadencia, y los tiempos de máximo esplendor de este gran imperio quedaron en el olvido.


A pesar de toda negativa del gobierno chino a que se investigue la presencia de estas pirámides, existe suficiente documentación histórica que conduce a la posibilidad de que algunas de estas construcciones fuesen realizadas durante el siglo III a. C. y más concretamente durante el periodo de reinado de Shi Huang-Ti de la Dinastía Qin (259-210 a. C.). De este personaje de leyenda, apodado el Emperador Amarillo, se ha escrito todo tipo de historias y fantasías. Pero lo que sí es cierto es que durante su gobierno, iniciado a la temprana edad de 13 años, fueron realizadas las mayores y más importantes construcciones de la historia de China. A él le debemos la edificación de la Gran Muralla China o el Ejército de Terracota desenterrado en su mausoleo, compuesto por 8.000 estatuas humanas, cada una con sus rasgos propios y docenas de caballos y carros descubiertos en 1.974. Pero tal vez una de sus más espectaculares obras fue la que describe el historiador chino Sseuma Ts'ien (135-85 a. C.). En ella empleó a 700.000 trabajadores en la construcción bajo una gran pirámide en el Monte Lishan de su tumba, cerca del mausoleo donde fue descubierto el Ejercito de Terracota. Bajo la pirámide, cientos de metros de galerías y pasillos repletos de los más increíbles tesoros rodeaban la cámara funeraria del emperador. Ordenó posteriormente recubrir toda la construcción de tierra y colocar plantas sobre ella para poder camuflarla como una elevación natural del terreno. Según Sseuma Ts'ienla pirámide alcanzaba los 48 metros (los mismos que Segalen dejó anotados en su diario en 1.913). Una vez finalizada la construcción todos los artesanos y trabajadores que participaron en la edificación de esta grandiosa obra, fueron asesinados a pie de obra para que se borrase la memoria de la última morada del Emperador Amarillo.





Obsérvese la fotografía de la izquierda y el enorme parecido que tiene con las pirámides americanas. En la de la derecha se aprecia gran cantidad de vegetación recubriendo toda la estructura piramidal. Nada sabemos sobre ellas, pues la intransigencia y el ocultismo del gobierno chino priva a toda la humanidad del derecho a conocer su verdadera historia y su pasado. Política y religión son sin duda malos compañeros de viaje de la verdad.


Hoy en día, de los más de 56 kilómetros cuadrados de los que se supone que contaba todo el complejo funerario del emperador, sólo una pequeña parte ha sido descubierta. Corresponde a las tres cámaras donde fue encontrado el Ejército de Terracota que el emperador mandó enterrar junto con el resto de edificaciones anexas. Un descubrimiento realizado por casualidad cuando un grupo de agricultores efectuaba un pozo para extraer agua durante un periodo de sequía.



El mapa de Piri Reis

Piri Muhyi I Din Re'is (Piri Reis 1.470-1.554) hijo de Hadj Mehmet, fuesobrino de uno de los más famosos piratas turcos que asolaron el MarMediterráneo entre los siglos XV y XVI, el pirata Kemal Reis. Al igual queél, Piri Reis ejerció esta profesión al servicio del Sultán Selim I. Conocedorde muchas lenguas como el italiano, el griego, el español y el portugués, sugran pasión fue la cartografía, llegando a publicar un libro donde recogíamás de 210 mapas de todos los mares del mundo, el "Kitabi Bahriye", unagran recopilación de antiguos mapas copiados por él y obtenidos de sussaqueos marítimos o comprados a comerciantes en los muchos puertosdonde desembarcó. Entre estos mapas destacaron uno hecho en 1.513 y otroen el 1.528, donde se podían apreciar todo el Océano Atlántico y sus costasamericanas, africanas, europeas, árticas y antárticas. Toda su colección de
mapas fue regalada al Sultán, perdiéndose desde ese momento la pista a esta colección única.Piri Reis (1.470-1.554)Muchos de estos mapas empezaron a reaparecer en el siglo XVIII en elPalacio de Topkapi de Estambul, pero fue a finales de 1.929 cuando seestaba realizando un inventario de los fondos del antiguo palacio cuando sedescubrió un viejo mapa confeccionado en cuero de gacela de 85 por 60cm. donde aparecían Bretaña, España, África Occidental, el OcéanoAtlántico, parte del Norte de América, el Sur de América, la costa Antárticay que, aún estando rasgado se sospecha que también incluía Europa, Asia yAustralia. Era el gran mapa realizado en el año 1.513. A éste le siguieron elresto de los mapas, así como documentación donde el propio Piri Reisexplicaba que para la realización de sus mapas utilizó 20 viejos planos y 8mapamundi confeccionados en la época de Alejandro Magno.Los rasgos más característicos de estos antiguos mapas, son sus exactascoordenadas, un conocimiento de la longitud que no se desarrolló en elmundo moderno hasta finales del siglo XVIII, unos conocimientos detrigonometría esférica y el uso de precisos instrumentos geodésicos, todoello impropio de la época en la que supuestamente fueron realizados.

Mapa de Piri Reis realizado en el año 1.513

En 1.960 el teniente coronel de los EE.UU Harold Z. Ohlmeyer,especialista en cartografía estudió estos mapas, y admitió en susconclusiones que la costa antártica que aparece en el mapa de 1.513 tuvoque ser forzosamente cartografiada antes de que hubiera sido cubierta por lacapa de hielo que presenta en la actualidad, es decir, dentro de un períodoque se sitúa hace 8.000 ó 10.000 años, mucho antes del conocimiento denuestra historia escrita.Otros investigadores como H. Mallery, Walters, Lineham, Charles H.Hapgoody Richard W. Stracham, aseguran sin ningún tipo de vacilaciónque, los mapas de Piri Reis fueron trazados con la ayuda de fotografíasaéreas, tomadas a gran altura desde un satélite y elaborados a partir de unpunto situado sobre la Ciudad de El Cairo. A conclusiones parecidas llegóel ya tristemente desaparecido científico espacial francés y colaborador dela NASA Maurice Chatelain, quien aseguraba que estos mapasrepresentaban una proyección plana de la superficie esférica de la Tierra taly como podría ser vista hoy por un astronauta situado a una gran alturasobre Egipto. Curiosamente, una foto obtenida por un satélite sobre lavertical de El Cairo a una altura de 4.300 Kilómetros, muestra la mismadeformación de las costas que las copias de Piri Reis.


Mapa copiado del de Mercator(1.595), que hace especial hincapié en laAntártida. Recordemos que la primera expedición de estudio a la Antártidafue dirigida por el Capitán Ritscher entre los años 1.938 y 1.939.

Mapa de Philippe Buache (1.754), copiado de antiguos mapas griegos quemostraban la Antártida sin hielos.

El profesor Sarton de la Universidad de Harvar, realizó un completo estudiode las escalas y distancias de los trabajos de Piri Reis. En su informe finalaseguraba que las distancias entre los diferentes puntos eran exactas,tomando siempre como baremo la medida griega "estadio" (1 estadio = 186metros), la escala utilizada por el navegante turco se extrajo de la mediciónde la circunferencia de la Tierra realizada por el sabio Eratóstenes en elsiglo III a. C. Estos datos corroboraban lo expuesto por el propio Piri Reis,y es que la antigüedad de los mapas originales de los que copió, seremontaba a tiempos de Alejandro Magno. ¿Cómo fueron confeccionadosunos mapas tan perfectos sin una tecnología como la actual?. ¿Cómo fueposible cartografiar la costa Antártida sin hielos, incluso reflejando lasaltitudes y otros accidentes geográficos que hoy se están apenas descubriendo.



Muestra del procedimiento empleado por modernos cartógrafos paratrasladar los datos del planisferio original, colocando encima una red decoordenadas. Las conclusiones espectaculares: su diseño fue coordinadodesde el aire, y las líneas costeras de la Antártida tuvieron que sercartografiadas antes de que el continente quedara cubierto por el hielo.La ciencia no sabe cómo todos estos datos pudieron ser incluidos en unmapa del año 1.513.


Existen otros mapas como el de Zeno (1.380) donde aparece Groenlandiasin hielos. La misma imagen presenta el mapa de Yehudi Ibn en Zara(1.487) con una Groenlandia surcada de ríos, valles y montañas, que nopudieron ser confirmados hasta el año 1.947 mediante los sondeos de unaexpedición francesa capitaneada por Paul Emile Victor. El mapa Caneiro,del siglo XV, donde aparece la costa Oriental de África con toda precisión.El mapa de Andreu Benincasa, con todo tipo de detalles de la costa Nortede Europa. El mapa de Jorge Reinel (1.510) con excelentesrepresentaciones del Océano Índico y parte de Australia. El mapa OrenteusFinaeus (1.531) donde aparecen ríos y montañas en la Antártida. El de AdjiAhmed (1.559), donde aparece el continente americano al completo.La conclusión de todos estos mapas, de todos estos conocimientosanacrónicos, es simple y abrumadora. Y sería aún mucho mayor si nohubiesen sido devastados por el fuego y por la intransigencia e intolerancia del ser humano a lo largo de su historia, tantos libros y documentosrecopilados por nuestros antepasados de otros tiempos aún mucho másanteriores y que ellos definieron como la Edad de Oro del hombre. Bastarecordar que en unas pocas horas, uno de los legados más importantes de lahumanidad, la Biblioteca de Alejandría, fue consumida por el fuego. PiriReis perteneció a ese grupo de recopiladores de un saber lejano y oculto quehoy se nos antoja de leyenda y de fantasía, pero donde se pueden adivinarpequeños signos y señales de una historia que para nada tiene que ver con laque nos han contado.




Esquema obtenido del libro de Graham Hancock," Las Huellas de losDioses" (Ediciones B, S.A. 1.998). Se puede observar en los dos dibujos dela parte superior que representan los mapas de Mercator y Oronteus Finaeusrespectivamente de izquierda a derecha, cómo hay una progresivaglaciación de la Antártida. Abajo a la izquierda, una representación delmapa Buache, y a la derecha otra representación del continente antártico enla actualidad realizado según estudios sísmicos modernos.


La piedra de Dashka

Corría el año 1.995 cuando el profesor Alexandre Chuvyrov de la Universidad Estatal de la República Rusa de Bachkiria o Bashkortostán, investigaba la hipótesis de antiguas migraciones procedentes de China en dirección a las regiones del Norte de Siberia y los  Urales, en colaboración de su colaborador de nacionalidad china Huan Hun. Durante sus trabajos fueron recopilando pruebas que confirmaban dicha hipótesis, pues encontraron diferentes grabados, tallas  rupestres y signos de escritura que se correspondían claramente a sistemas escritos de procedencia china muy antiguos.
 
El estudio más detenido de todo este material, les llevó al Archivo General de la ciudad de Ufa, donde tropezaron con distintos manuscritos de los siglos XVII y XVIII, procedentes de antiguas expediciones científicas rusas en la región de los Urales, y donde se aseguraba la existencia de al menos 200 losas con signos y escritura indescifrables en el área de Nurimanov, no lejos de la aldea de Chandar.
 
 
 
En la República de Bashkorkostan (Bachkiria) en la región de Los Urales,
al Este de Rusia,se encuentra el área representada tridimensionalmente
en la Piedra de Dashka.Un hecho inexplicable para la ciencia.
 
 
Los buenos resultados de la investigación llevada a cabo, junto con las sospechas de que esas losas de las que se hablaba en los registros de Ufa podrían tener una importante relación con el curso de sus trabajos sobre las migraciones chinas, animó al profesor Chuvyrov a formar una expedición para la búsqueda de estas misteriosas losas para el año 1.998. Pero todos los esfuerzos resultaron nulos, incluso una exhaustiva búsqueda aérea llevada desde un helicóptero  sobre las zonas en las que se sospechaba pudiesen encontrarse alguna de las 200 losas. La continuación de la búsqueda estaba llegando a su fin, pues se pensaba que todo no era más que alguna leyenda local recogida en unos viejos manuscritos.
 
 Pero el destino tenía guardada para el profesor Chuvyrov una increíble sorpresa. En una de las retiradas diarias para descansar, exactamente el 21 de julio de 1.999, Chuvyrov se encontró al ex-presidente del consejo agrícola local de Chandar, el señor Vladimir Krainov, quien dirigiéndose a él le pregunto, “… ¿está usted buscando unas losas extrañas?, porque yo en mi casa tengo una de ellas…”. Medio atónito por la afirmación del señor Krainov y bastante desconfiado, Chuvyrov pensó que no perdía nada echando un ojo a la losa que su inesperado “colaborador” afirmaba tener en su domicilio. Con los ojos como platos, el profesor de la Universidad de Bachkiria pudo contemplar debajo del pórtico de la casa una enorme losa de 1,48 metros de alto, 1,06 metros de ancho y 16 centímetros de grosor, y un peso que rondaba fácilmente una tonelada. No había duda de que el fortuito encuentro con el ex presidente del consejo agrícola local había dado resultado.
 
Chuvyrov hizo trasladar rápidamente la losa a la universidad para proceder a su investigación, pues pensaba que había encontrado la prueba definitiva de las migraciones chinas que tanto buscaba, donde se procedió primeramente a limpiarla de tierra, y observándose ya desde un primer instante por parte del profesor y el resto de colaboradores que, “…aquello, no era un pedazo de piedra simple, en ella aparecía un mapa, un mapa nada normal…”. Lo que aparecía sobre la superficie de la losa era ni más ni menos que una representación de un mapa tridimensional con restos de una escritura totalmente desconocida escrita verticalmente.
 
 
 
El profesor Alexandre Chuvyrov, descubridor de la "Piedra de Dashka", explica
 los descubrimientos realizados durante un rueda de prensa. Esta misma imagen
fue difundida por varios medios de comunicación rusos, entre ellos el Diario Pravda.
 
 
La estructura geológica de la losa fue determinada en tres capas bien definidas. La primera de ellas la más firme, de 14 centímetros, estaba compuesta de dolomita, un mineral que toma su nombre en honor del mineralogista francés Deodat Dolomien. La segunda de ellas y más interesante, formada por cristal de diópsido, un silicato de calcio y magnesio, donde se encontraba encuadrado el mapa propiamente dicho, y por último  una finísima capa de 2 milímetros de porcelana de calcio a modo de protección  de la capa intermedia. Todo indicaba que para su realización se tendría que haber trabajado con maquinaria moderna, descartando completamente un origen natural y ni tan siquiera una manufacturación artesanal.
 
Aquella capa de porcelana sobre la superficie de la losa junto con los signos escritos verticalmente hizo pensar a Chuvyrov que su procedencia podría estar relacionada con China, y por tanto con los trabajos de investigación que le habían llevado hasta ella. Para comprobar su suposición el profesor visitó China, y buscó todos los datos posibles en “La Biblioteca China del Imperio”, realizando posteriormente una visita para contrastar información con sus colegas de la Universidad de Hunan. Los resultados fueron negativos a la hora de relacionar la losa encontrada con la supuesta “pista china”. Ni la porcelana empleada en la capa más superficial ni los signos que aparecían escritos tenían relación  con los utilizados alguna vez en la antigua China.
 
Sin embargo, un grupo de apoyo de especialistas rusos y chinos en el campo de la cartografía, física, matemáticas, geología, química y viejas lenguas chinas, determinó con exactitud a que área geográfica hacía referencia la losa, una losa que por cierto fue bautizada por Chuvyrov con el nombre de “Piedra de Dashka”, en honor de su abuelo.
 
 
 
Los científicos que estudian la losa encontrada en la aldea de Chandar sospechan que ésta es tan sólo una pieza de un conjunto de mapas gigantesco, que estarían diseminados por los alrededores de donde Chuvyrov localizó esta primera muestra. La falta de noticias posteriores a este descubrimiento hace que desconozcamos si las autoridades científicas rusas han iniciado la búsqueda. Una cortina de silencio ha caído sobre este tema.
 
 
El mapa representaba una región muy concreta de los Urales. Allí aparecían los ríos Blya, Ufimka y Sutolka, accidentes geográficos como la barranca de Ufa y otra cantidad de detalles orográficos que establecían una escala de 1: 1,1 Km. Pero lo más sorprendente que aparecía a los ojos de los investigadores era un gigantesco sistema de irrigación, con dos sistemas de canales de 500 metros de ancho, 12 presas de entre 300 y 500 metros de ancho por 10 Km. de largo y 3.000 metros de profundidad (calculada gracias a la tridimensionalidad del mapa) cada una de ellas. Todo este conjunto iba acompañado de un sinfín de pequeños canales para repartir el agua por amplias áreas que convertirían a todo este complejo en el más grande del mundo jamás realizado. Sorprendió también la circunstancia de que, a pesar de lo minuciosamente detallado que aparecía el mapa, no se apreciasen carreteras o vías de comunicación terrestres, dando la impresión de que los antiguos pobladores de estas tierras se hubiesen desplazado únicamente por vías fluviales o aéreas.
 
 Durante el estudio geológico de la losa para determinar su antigüedad se encontraron dos pequeñas conchas, una correspondiente a un “munitus navicopsina” que rondaba los 500 millones de años, y la otra de un “princeps ecculiomphalus” de unos 120 millones de años. Pero estos datos no eran clarificadores, ni tampoco las pruebas de carbono-14 a las que fue sometida. La edad mínima de la que partieron los investigadores se aproximaba a los 3.000 años pero, según avanzaban los estudios, esta fecha iba cada vez ampliándose más. El propio Chuvyrov sospechaba que este increíble mapa prehistórico podría rondar fácilmente los 120 millones de años, cuando el polo magnético de la Tierra era muy distinto al actual.
 
 
 
Miembros del Centro de Estudios Cartográficos Históricos de Wisconsin
(EE.UU), han determinado que la Piedra de Dashka solo pudo ser
elaborada a partir de un examen aeroespacial.
 
 
 Para rematar todo este complejo misterio que rodeaba a la “Piedra de Dashka”, los americanos del Centro de Estudios Cartográficos Históricos de Wisconsin, a quienes se les había pedido colaboración, determinaron que el mapa que aparecía sobre la losa encontrada por el profesor Chuvyrov, sólo se podía haber elaborado a partir de un concienzudo examen aeroespacial. La infinidad de datos introducidos en el plano tridimensional necesitaban de un amplio estudio apoyado por potentes ordenadores capaces de decodificar toda la información volcada  durante su proceso de realización. En su informe concluyeron que  necesitarían varios años (hasta el año 2.010) para poder finalizar un estudio completo y comenzar a poder contestar la mayor parte de las preguntas que planteaba la “Piedra de Dashka”.
 
 Los últimos estudios en los que siguen empeñados el profesor Chuvyrov y el resto de sus colaboradores, parecen indicar que la losa encontrada, es tan sólo una pequeña parte de un gran complejo cartográfico de la antigüedad, una pieza de un mosaico. Y ahora dan como cierta toda la información de los manuscritos que hacían referencia a la existencia de al menos 200 losas con signos y escritura indescifrables en el área de Nurimanov, que Chuvyrov encontró en el  Archivo General de la ciudad de Ufa.
 
 ¿Cuándo y quiénes realizaron este mapa? A esta pregunta realizada por un periodista ruso al profesor Chuvyrov, él le contesto: “...no me agrada hablar de OVNI’s ni de extraterrestres. Entonces llamemos al autor del mapa sencillamente…el creador...”
 
 
 
 
      
 
 
© Carlos E. Casero – Todos los derechos reservados.

La memoria perdida

Parece contradictorio que, para una investigación seria y rigurosa, la paleoastronáutica recurra a “beber” de fuentes tales como son los mitos y las leyendas. La razón de ello no es otra que el propio significado de estos términos, pues según la Real Academia de la Lengua Española un mito es…: “fábula, ficción alegórica, especialmente en materia religiosa. Relato o noticia que desfigura lo que realmente es una cosa, y le da apariencia de ser más valiosa o más atractiva”. Y otro tanto nos sucede con leyenda…: “relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”.
 
Si bien hay mucho de cierto en estas definiciones, muy curioso nos parece y más aún cuando han transcurrido muchos siglos de un suceso, determinar qué es   un “dato histórico verdadero”, a sabiendas de que la historia, salvo muy raras excepciones, la escribe las culturas y pueblos vencedores, añadiendo y quitando a su interés todo aquello que beneficie su memoria. Por otro lado también es cierto que existen arquetipos predeterminados en la concepción del mundo por parte de los pueblos antiguos, pero no es menos cierto tampoco que una lectura como muchos definen “entre líneas” de estos mitos y leyendas, muchas veces de transmisión oral, son una riquísima fuente de información. Prueba de ello, por poner un solo ejemplo, ha sido la localización de antiquísimas ciudades o reinos perdidos, donde hoy podemos visitar sus ruinas arqueológicas gracias a la existencia de estas fábulas o míticos relatos. ¿Quién no conoce la  historia de Einrich Schliemann y la búsqueda de la ciudad de Troya?
 
Entre estas leyendas que a duras penas han logrado sobrevivir al paso de los siglos, siempre me llamó mucho la atención aquella que hace referencia a uno de los dioses más famosos del panteón egipcio, Horus, el dios halcón, pero también según estas mismas leyendas, gobernante de Egipto en un tiempo muy lejano, en el que antes de los hombres gobernaron los dioses.
 
Hace 2.500 años, Heródoto escribía en su "Libro II de la Historia" que, en su visita a Egipto, los sacerdotes de Tebas le habían mostrado personalmente 341 estatuas, cada una de las cuales correspondía a una generación de sumos sacerdotes desde 11.340 años atrás en el tiempo. Le dijeron que las figuras representaban a hombres, pero que antes de esos hombres en Egipto reinaron los dioses, que habían convivido con los seres humanos. De todo ello guardaban datos muy precisos, ya que siempre, desde el principio de los tiempos, esa había sido su misión.
 
Otro historiador griego, Diodoro, que visitó Egipto en el Siglo I d. C., también habló y aprendió de los sacerdotes egipcios sobre su historia y tradición. Al igual que Heródoto pudo escuchar de boca de los sacerdotes que los humanos reinaban en el Valle del Nilo desde hacía poco menos de 5.000 años. Uno de los primeros cronistas de la Iglesia Cristiana, Eusebio, logró recoger numerosas crónicas que hacían el mismo tipo de referencias que Heródoto y Diodoro. Pero tal vez ninguno como Manetón, sumo sacerdote y escribano egipcio, supiese acaparar en sus textos la increíble historia de Egipto.
 
Manetón fue contemporáneo del General de Alejandro Magno, Ptolomeo, fundador de la Dinastía Ptolomeica (304-282 a. C.). Vivió en la Ciudad de Sebennitos y fue Gran Sacerdote en el Templo de Heliópolis, donde escribió los Tres Volúmenes de su Historia de Egipto, cuyos originales han desaparecido, y que conocemos en gran medida gracias al historiador griego Julio Africano, que recopiló numerosos fragmentos de su obra.
 
Manetón o Manetho (verdad de Thot), relataba en esta obra que los dioses reinaron sobre Egipto durante 13.900 años, y los semidioses que les continuaron otros 11.000 años más. Gracias a su clase sacerdotal, pudo acceder a numerosa información restringida que había sido recogida durante cientos y cientos de años. Según sus fuentes el primer Rey de Egipto fue Hefestos, quien inventó el fuego, le siguieron Cronos, Osiris, Tifón y Horus. Después, los "Shemsu-Hor" o seguidores de Horus, de origen semidivino, gobernaron durante 1.255 años. Les continuaron otros reyes por un periodo de 1.817 años. Otro periodo más de 1.790 años formado por treinta reyes que gobernaron en Menfis y 350 años más de otros diez soberanos que reinaron en Tanis. En total, sólo el reinado de los semidioses hasta la aparición de los reyes de la Época Dinástica Temprana, alcanzó 5.813 años, una auténtica patada a la historia y a la cronología establecida por la moderna egiptología.
 
Este mismo problema ha aparecido con las Listas de Reyes Sumerios, aparecidas en distintas tablillas con textos cuneiformes, como el W-B/144 ó W-B/62, donde se establecen fantásticos gobiernos de los dioses que se remontan a docenas de miles de años antes de lo establecido por la arqueología oficial. Aunque tal vez el caso más conocido por todos nosotros sea el de los Patriarcas Bíblicos, auténticas "máquinas de hacer años", como los míticos Adán, Set, Enós, Cainán, Mahaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noé, Sem, Arfaxad, etc, etc. La edad alcanzada por cualquiera de ellos, haría estremecer los presupuestos destinados a las pensiones por jubilación de la Seguridad Social.
 
A pesar del innegable esfuerzo de la arqueología por establecer una cronología "lógica" de los antiguos reinos e imperios, el prejuicio a la hora de establecer la existencia física de los dioses que todas las culturas establecen como los fundadores de la civilización en la Tierra, hacen imposible profundizar en una verdadera historia que continúa oculta a todos nosotros.
 
 
Antecedentes
 
Esta leyenda arranca mucho antes del nacimiento de Horus. Se podría decir que su inicio se gesta cuando los dioses y hermanos Geb (Dios de la Tierra) y Nut (Diosa del Cielo) cedieron el gobierno de Egipto a sus cuatro hijos, los Dioses Osiris y Seth, y las Diosas Isis y Neftis.
 
Era costumbre la unión entre hermanos y hermanas para poder aspirar a una mejor línea de sucesión al trono. Independientemente, no estaban mal vistas las relaciones amorosas fuera de estos matrimonios de conveniencia, pero para presentar un heredero al trono la primera regla era que el hijo nacido fuera de la esposa legítima, y si ésta no podía concebir, el primer hijo nacido de cualquiera de las concubinas o amantes. Pero un dato muy importante a tener en cuenta era que, si en cualquier momento, aun habiendo nacido el primogénito heredero, nacía un hijo del rey con su propia hermana, éste sustituía automáticamente al primero en la sucesión legítima a la corona de Egipto.
 
En el reparto de territorios que Geb y Nut hicieron entre sus hijos, el menos satisfecho fue Seth, por lo que comenzó a enemistarse con su hermano Osiris, su gran rival en el trono de Egipto. De estos cuatro hermanos, sólo Seth y Neftis eran hijos naturales de Geb, pues Nut concibió a Osiris con su abuelo Ra, y a Isis con el Dios Thot.
 
La sucesión al trono como se puede ver se complicó aun más al contraer matrimonio Osiris con Isis, y Seth con Neftis. Si bien Seth era el primogénito y heredero legítimo de su padre Geb, Osiris reclamó la corona porque su padre era el gran Ra, quien gobernó con anterioridad a Geb, y no solo eso, de su unión con Isis nacería un futuro heredero que bloquearía toda posibilidad a la descendencia de Seth, quien empezó a urdir una venganza contra su hermano Osiris para arrebatarle el trono de Egipto.
 
La muerte de Osiris
 
Coincidiendo con la visita de la Reina Aso de Etiopía, el Dios Seth preparó una gran fiesta de bienvenida en su palacio, invitando al resto de los dioses, incluido su odiado hermano Osiris. Para esta ocasión mandó preparar a sus mejores artesanos un gran cofre recubierto de piedras preciosas de gran valor con las medidas exactas en su interior de su hermano Osiris. Una vez terminado el banquete y los agasajos de honor a la Reina Aso, hizo sacar el espléndido cofre a la vista de todos los invitados, proponiendo un juego para amenizar a todos los presentes. Como si del cuento de la Cenicienta se tratase, prometió regalar el magnífico cofre a aquel que pudiera introducirse en él sin ningún tipo de dificultad que impidiera su posterior cierre. Uno detrás de otro, y alegres por la música y el buen vino, fueron intentándolo todos los invitados sin resultado. Cuando le llegó el turno a Osiris, rápidamente Seth ordenó cerrar la tapa con clavos, procediendo a su sellado derramando plomo derretido por encima del cofre. Seguidamente mandó arrojar el cofre al mar. Con este golpe de mano, Seth se hizo con el Trono de Egipto, sin que los demás dioses reaccionaran y convencidos de la muerte de Osiris.
 
 
Osiris en el centro junto a su esposa y hermana la diosa Isis (derecha). De su unión nacería Horus (izquierda).
 
Sólo su esposa y hermana, la Diosa Isis, comenzó a buscar el cofre, al que localizó junto a la costa de la Ciudad de Biblos, en el actual Líbano. Tras ocultarlo en un lugar que ella creía seguro, comenzó los preparativos para resucitar a su fallecido marido. Pero Seth se enteró de los planes de Isis y logró encontrar el lugar donde se encontraba escondido el cadáver de Osiris. Esta vez cortó a su difunto hermano en 14 pedazos y los dispersó por todo Egipto. Isis no cesó en su empeño de devolver a la vida a Osiris, y uno a uno durante varios años, fue recuperando todos los pedazos de su desmembrado esposo, excepto el pene. Pero esto no fue impedimento para que Isis concibiese un Hijo de Osiris, Horus, al que ocultó en los pantanos de la ira de su tío Seth.
 
Seth, por su parte, para terminar con todos los problemas de sucesión, raptó a Isis para obligarla a casarse con él, pero algunos dioses cansados de la actitud de Seth ayudaron a escapar a Isis. En su huida regresa a los pantanos y encuentra gravemente enfermo por la picadura de un escorpión a su hijo Horus. Sólo la ayuda del padre de Isis, el Dios Thot, logra salvar a Horus, quien en secreto comienza a ser educado y preparado para llegado el momento, vengar a su padre y recuperar su legítimo derecho a la corona de Egipto.
 
 
La venganza de Horus, el comienzo de la leyenda
 
Llegado el momento oportuno Horus hizo acto de presencia ante el Consejo de los Dioses, reclamando el Trono de Egipto ante la sorpresa de todos los presentes, incluido su tío Seth. Rápidamente urdió una nueva treta, y mandó retirarse al resto de los dioses para que deliberaran su decisión, mientras en un tono conciliador, invitó a Horus a su casa para hacer las paces.
 
Esta sorprendente historia, que más bien parece un tratado de ingeniería genética, como lo es el propio nacimiento de Horus, continúa con la violación de Horus por parte de su tío Seth, quien vierte su semen sobre Horus, sin llegar a depositarlo en su interior como Seth pensó. Informada Isis del suceso por su hijo, le ordena verter su semen en una copa y posteriormente lo arroja sobre la comida de Seth, sin éste saberlo. En ese momento y ante los dioses que aún dudaban sobre la decisión a tomar sobre la reclamación del joven Horus, éste proclama que la semilla de Seth no está en su interior, sino que su propia semilla es la que está dentro de Seth. Los dioses ordenan a Thot examinar el cuerpo de Seth, y éste confirma la presencia del semen de Horus en su interior.
 
Ofendido y burlado ante el resto de los dioses, Seth huye con ánimo de revancha, mientras que Horus es aclamado como el nuevo soberano de Egipto. Los problemas lejos de terminar, no han hecho más que empezar, pues Seth comienza una guerra desde sus dominios asiáticos de devastadoras consecuencias.
 
 
La guerra de Horus y Seth
 
De las batallas que se iniciaron entre Horus y Seth nos han quedado numerosos relatos como los que se pueden observar hoy en día sobre los muros del Templo de Edfú, principal ciudad de culto a Horus en el antiguo Egipto y donde según la leyenda guardaba su "disco alado", con el que libró duros combates aéreos contra su odiado tío Seth.
 
En ayuda de Horus apareció un gran aliado, su bisabuelo Ra, que acompañado de un gran ejército de guerreros, se unió a las huestes de los "Shemsu-Hor", o seguidores de Horus. La primera batalla fue sobre territorio nubio, cerca de la Ciudad de Asuán, y resultó un éxito para el ejército de Horus, quien, decidido a lanzar una ofensiva final contra las tropas de Seth, estableció una importante fundición de armas metálicas hechas en "hierro divino", en su ciudad de Edfú, y donde entrenó a un ejercito de "mesniu" u hombres de metal, los primeros humanos que participaron en las guerras de los dioses.
 
 
Hasta el día de hoy los geólogos no han podido explicar las enormes cicatrices y zonas arrasadas o calcinadas que se pueden apreciar sobre la superficie del desierto de Sinaí, lugar entre otros de las épicas batallas entre Horus y Seth. También más al sur de Egipto en la antigua Nubia, actual Sudán, y gracias a herramientas como Google Heart, podremos localizar la montaña sagrada de Jebel Barkal, donde según la tradición se libró una de las mayores batallas de los dioses egipcios, y que al igual que en el Sinaí, muestra una serie de señales que incitan a pensar que su origen no fue en absoluto natural. La  posición en el puntero de Google Heart es la siguiente: 18º32’12.60’’N – 31º49’42.66’’E .
 
Una batalla tras otra todo Egipto quedó bañado en un mar de sangre, donde dioses y humanos lucharon codo con codo, una auténtica masacre que quedó grabada en el recuerdo de los antiguos egipcios. Poco a poco Seth se fue replegando en sus posiciones, y su derrota parecía próxima. Ante el acoso y la superioridad de efectivos de Horus y sus aliados, Seth cayó por fin prisionero, y fue llevado ante el Dios Ra, quien ordenó su entrega a Horus e Isis, para que procediesen como creyeran conveniente.
 
Horus inició una orgía de sangre entre los compañeros prisioneros de Seth que fueron capturados junto a él, dejando el ajusticiamiento de Seth para el final. Pero ante la sorpresa de Horus, su madre Isis sintió lástima de su hermano Seth y le dejó escapar. La furia incontenida de Horus se volvió entonces contra su madre, a la que decapitó personalmente. Pero Thot le reinsertó de nuevo la cabeza.
 
Seth, tras permanecer escondido algún tiempo y reagrupar a algunas fuerzas dispersas, reinició los combates. Esta vez Horus al frente de sus tropas y sobre una "columna ardiente voladora" estaba dispuesto a dar el golpe final a las extenuadas fuerzas rebeldes. En la última de las batallas el vehículo aéreo de Horus resultó alcanzado, aunque él resultó ileso, pero no sin antes derribar la nave de Seth, quien perdió los testículos en el incidente.
 
Cansados de tantos horrores y muerte, el Consejo de los Dioses decretó una tregua, y llamó a ambos contendientes ante su presencia, la derrota de Seth era tan inminente que, no teniendo ya nada que perder accedió a presentarse ante el consejo.
 
Se decidió que Seth se retirase a sus dominios fuera de Egipto perdonándole la vida. A cambio, él aceptaba el derecho de Horus a tener la corona de Egipto como el único y legítimo heredero. Finalizada la guerra, tanto Ra como Horus agradecieron a los humanos su ayuda en la contienda, ofreciéndoles libaciones y ofrendas, y permitiéndoles edificar santuarios y templos junto a los de los dioses, así como una cuota de autogobierno a través de sus intermediarios, los sacerdotes, quedando para siempre en la memoria histórica del pueblo egipcio, y que el paso de los siglos nos ha hecho llegar en forma de leyenda.
 
 
Conclusiones
 
¿Fantasía o realidad? Lo único cierto es que, según la tradición egipcia los primeros reyes de Egipto no fueron hombres, sino dioses. Al principio de los tiempos, cuando los dioses descendieron sobre la Tierra, la encontraron cubierta por el fango y el agua. El principal de los dioses, al que los egipcios denominaron "Dios del Cielo y de la Tierra", Ptah, fue el encargado de realizar grandes obras hidráulicas y de canalización, que lograron ganar terreno a las aguas. Ptah ubicó su residencia en la Isla Elefantina, cerca de la actual Asuán, y desde allí controló las crecidas del Río Nilo, asentando las bases para la civilización.
 
Después de 9.000 años de reinado, el Dios Ptah cedió el gobierno de Egipto a su hijo Ra, que al igual que su padre llegó a la Tierra en una barca celestial. El reinado de Ra duró 1.000 años, y le continuaron en el trono cinco dioses más, Shu (700 años), Geb (500 años), Osiris (450 años), Seth (350 años) y Horus (300 años).
 
Esta Primera Dinastía de Dioses-Reyes rigió en un "Tiempo Primero" o "Zep-Tepi", el antiguo Egipto durante 12.300 años, sucediéndole una segunda dinastía con el Dios Thot a la cabeza que alcanzó una duración de 13.870 años. Posteriormente a estos dos periodos, el poder fue cedido a gobernantes semidivinos, mitad hombre mitad dioses, durante 3.650 años en los que se sucedieron, uno tras otro, treinta reyes.
 
En total fueron 17.520 años de poder y control de los dioses y semidioses, que finalizaron en un oscuro periodo de caos y anarquía, del que no existe la más mínima referencia, y que duró 350 años. Es en este momento cuando aparece la Primera Dinastía de gobernantes humanos, en la figura del faraón Narmer, primer gobernante reconocido oficialmente por la egiptología, pues el resto de lo anteriormente expuesto pertenece al mundo de la mitología y la fantasía. Es imposible, aseguran tajantemente los expertos que, antes de la aparición de la I Dinastía o Periodo Tinita (3.100 a.C.-2.700 a. C.), pudieran existir durante un tiempo tan prolongado semejante número de gobernantes, eso sin mencionar su origen divino y extremada longevidad.
 
Pero los egipcios estaban muy seguros de sus orígenes y de su historia. El tiempo era algo que controlaban muy bien los antiguos egipcios, precisamente gracias a sus dioses quienes, según ellos, les enseñaron a dividir el año (renpet) en doce meses (abed), de treinta días cada uno y divididos a su vez en tres semanas (mellu) de diez días cada una. Este calendario alcanzaba 360 días, y era complementado con cinco días especiales (jeriu-renpet). El año estaba formado por tres estaciones que venían claramente determinadas por el Río Nilo. La Primera Estación era la de la crecida del río (ajet), de mediados de junio a mediados de octubre. La seguía la Estación de la Germinación (peret) que finalizaba a mediados de febrero. Por último la Estación de la Cosecha (shemu).
 
Existían otros tipos de calendario, pero todos seguían una minuciosa y escrupulosa exactitud, transmitida generación tras generación. Con total seguridad, si un antiguo egipcio escuchara hoy en día que la cronología de los Dioses-Reyes que gobernaron Egipto mucho antes de Narmer, no es más que una fantasía, se llevaría un gran disgusto y un no menor enfado.
 
 
 
 
    
 
© Carlos E. Casero, 2007 – Derechos reservados.

Enigmas de la evolución

"La ignorancia afirma o niega rotundamente, la ciencia duda." (Voltaire)
 
En 1.859 Charles Darwin daba a conocer a través de su libro “El Origen de las Especies” el mecanismo de la evolución, basado en una selección natural producto de una serie de cambios genéticos que favorecerían a las especies más fuertes y adaptadas para sobrevivir en el medio y que condenaba a la extinción a las más débiles. Para todo este proceso Darwin justificaba estos saltos o cambios evolutivos como un producto del azar, y desarrollados muy gradualmente a lo largo de grandes periodos de tiempo, de una forma muy discreta, y estableciendo una serie de eslabones de un paso a otro.
 
 Este mecanismo biológico descrito por Darwin sería, pues, el responsable de la aparición del hombre y del resto de las especies actuales. De forma independiente y casi paralelamente en el tiempo, Alfred Russell Wallace también publicó sus teorías sobre la selección natural de las especies, discrepando con Darwin respecto a que la hipótesis planteada por Darwin no podía explicar por sí sola las facultadas humanas y, menos aún, resumirlo a un producto del azar, como sería el caso de la inteligencia. Por otro lado, quedaban cuestiones tan importantes como la existencia del alma humana, un problema de fe para muchos y filosófico para otros.
 
 Pero para los darwinistas de entonces, como para los de ahora,  la evolución tenía y tiene un amplio sentido “naturalista” porque creen firmemente que la ciencia entiende el Universo como un sistema cerrado de causas y efectos materiales, que nunca pueden verse afectados por nada extraño a la Naturaleza (Dios, sin ir más lejos). Al principio una gran explosión de materia creó el Cosmos y la evolución “naturalista” se encargó de realizar todo lo que vino después, dando una vez más al azar un papel determinante. Nunca jamás hubo ningún plan o propósito inteligente que guiara la evolución. Si existe la inteligencia, tal como llegó a discrepar Wallace, es sólo porque ella ha evolucionado por sí misma a partir de procesos materialistas sin propósito.
 
 Por tanto, en esta obra en la que se excluye un plan inteligente o un propósito, sólo puede quedar la casualidad, el azar en definitiva. Wallace pensaba que la selección natural podía explicar muchas cosas, pero no que pudiera crear algo que no estuviera ya en existencia. Después de todo, a los creacionistas no les hace falta nada más que un solo milagro de Dios para explicar el misterio de la evolución. Por el contrario, a los darwinistas para explicar el mismo misterio les hacen falta miles de milagros continua e ininterrumpidamente desde el “Big-Bang” hasta el día de hoy, y además sin autor.
 
¿Cabría pensar, por ejemplo, que sólo la ley de la casualidad podría regir un fenómeno de duplicación aparentemente tan milagroso como el que se presenta en el caso de la herencia genética humana?
 
 Repasemos un momento, muy por encima, que en nuestro proceso de reproducción intervienen una célula hembra llamada óvulo y otra macho llamada espermatozoide; que una vez unidas empiezan un desarrollo rapidísimo que conduce al hombre en el momento del nacimiento a elevar a unos doscientos mil millones el número de células, y a que también rápidamente, desde ese mismo instante, van a ir muriendo continuamente  células, para dar paso a otras nuevas, con el consiguiente paso de un individuo completamente “nuevo” al cabo de un cierto tiempo.
 
Ni la célula espermatozoide ni la célula óvulo contienen plenamente la totalidad del patrimonio genético del individuo. Las células reproductoras humanas sólo tienen 23 cromosomas, y de esta forma la fecundación sólo da origen a una célula normal dispuesta a empezar la división o mitosis y, seguidamente, la proliferación. El niño recibe de su madre la mitad de sus genes solamente y de su padre la otra mitad, no pudiéndose dar en  ningún caso que el niño sea la copia o el duplicado de sus padres, reduciéndose el potencial genético familiar a la mitad en cada generación.
 
De estos 23 pares de cromosomas, sólo la mitad va a suministrar los gametos o células reproductoras; luego es el apareamiento de dos veces 23 cromosomas (hasta alcanzar los 46) el que creará la nueva célula. Si tomamos como cifra media la de 100.000 genes por célula no reproductora, hay una transmisión de 50.000 genes, lo que implica que teóricamente, una pareja puede engendrar setenta trillones de hijos diferentes. Por consiguiente, la probabilidad de que cada uno fuese lo que es, no es muy grande en su origen. Pero ni Darwin ni Wallace conocían por aquellas fechas los trabajos que Mendel llevaba a cabo sobre la herencia de los caracteres genéticos.
 
Los darwinistas han tenido que retocar algunos de sus postulados iniciales introduciendo nuevos elementos que suavicen de alguna manera los procesos de la selección natural, refiriéndose para ello a procesos de microevolución y macroevolución, para poder así explicar saltos evolutivos que se contradicen inicialmente con los lentos procesos que detalló el propio Darwin en su momento, por lo que, allá donde es insostenible la aparición de una nueva especie por falta material de tiempo para su desarrollo, se aplican estas teóricas macroevoluciones caracterizadas de grandes mutaciones genéticas, capaces de dar una no menos también teórica respuesta, pero que tropiezan una y otra vez ante la posibilidad de poder explicar si estos procesos, una vez más basados en el azar, pueden o no encajar con el conjunto de fenómenos asociados a la evolución biológica.
 
 La selección natural es un mecanismo incompleto que trata de explicar la desaparición de unas especies y la evolución de otras, pero que necesita del azar, que al fin y al cabo es la ausencia de causas y efectos, asociado a la imposibilidad real de demostrar de manera irrefutable por qué aparece o se extingue una especie. El darwinismo dispone de unos pocos fósiles, la observación de algunos seres vivos y la hipótesis de una similitud entre ellos, estableciendo una serie de cambios hasta ahora no confirmados y que denomina eslabones.
¿Por qué motivo el Homo Sapiens ha desarrollado unos conocimientos y una inteligencia durante los últimos seis millones de años mientras “sus primos” (según Darwin) los monos se han quedado “estancados” evolutivamente?
 
 Esta pregunta continúa estando lejos de poder ser contestada a pesar de la legión de hipótesis planteadas por los evolucionistas a lo largo de las últimas décadas. Entre estas hipótesis podríamos destacar la que hace referencia a que nuestros antepasados tuvieron “el acierto” de caminar erguidos (bipedestación), con lo cual al dejar libres los brazos, pudieron usarlos para utilizar herramientas, acelerando su aprendizaje por medio de un sistema retroactivo que estimuló el desarrollo mental.
 
En un principio no se puede negar que es una hipótesis razonada y con mucha lógica, pero a poco que uno observe un poco la naturaleza o sea un “bicho raro” y le guste ver los documentales de naturaleza que emiten las distintas televisiones, comprobará cómo los chimpancés cascan frutos secos con piedras e introducen pequeños palos en los orificios de los termiteros para rebañar su interior y así poder extraer las termitas y darse un delicioso festín con ellas. También hemos podido observar a la nutria de mar partir crustáceos sobre su abdomen con una piedra o a distintas aves romper huevos ajenos arrojando sobre ellos piedras con su pico y poder devorar su interior.
 
 Lo mismo sucede con la hipótesis por la que el cerebro de los primeros homínidos se desarrolló más rápido al comenzar a consumir carnes animales procedentes del carroñeo, aportando una dieta rica en proteínas capaz de aumentar el volumen del cerebro, dando así un primer paso para acceder a la inteligencia tal y como la entendemos, pudiendo desarrollar una primitiva tecnología, como serían herramientas de piedra, para emplearlas en descuartizar mejor los animales, lo que a la vez les aportaría más carne. Algo así como “la rueda de la inteligencia retroactiva”.
 
 Respecto a esta hipótesis, la primera pregunta que tendríamos que hacerles a quienes la sostienen es, ¿no saben ustedes que los chimpancés también comen carne? Y es que por esta regla de tres, que a mayor consumo de carne mayor inteligencia, lo raro es que los leones o las hienas, por poner sólo dos ejemplos, no lean  el New York Times cada mañana o conduzcan un BMW hace ya varios años.
 
Además, ¿está garantizado que a mayor volumen de cerebro mayor inteligencia y por tanto mayor capacidad de supervivencia? Nos hacemos esta pregunta porque, volviendo otra vez a utilizar la misma regla de tres, tendría que haber sido el hombre de Neardenthal y no el de Cromagnon el que hubiese salido adelante en la carrera por la supervivencia, al tener el primero mayor capacidad craneal. Es más, algunos restos fósiles humanos del mesolítico (en torno a unos 10.000 años) presentan una media de encefalización de 1.593 cc los varones y 1.502 cc las hembras; en cambio los hombres actuales tienen un promedio de 1.436 cc y las mujeres 1.241 cc, es decir, se ha ido de más a menos, no de menos a más como algunos quieren hacernos creer. Y por cierto, fijándonos en estos mismos datos, a ver quién es el valiente que se atreve a decir que, el cráneo del hombre al ser más grande que el de la mujer hace a éste más evolucionado y por tanto más inteligente que la mujer. Vamos, a mí ni se me ocurre, si es que quiero seguir evolucionando, en perfecto estado de salud se entiende.
 
 Bromas aparte, el “afarensis” tenía una capacidad craneal de unos 500 cc y el “habilis” de unos 700 cc, y ¡ojo!, damas y caballeros, sin que en ningún momento nadie pueda certificar que el segundo evolucionó a partir del primero en los dos millones de años que les separan. Hace un millón y medio de años el “homo erectus” presentaba una capacidad craneal entre los 900 y los 1.000 cc. Después de sobrevivir entre un millón doscientos mil y un millón trescientos mil años sin ningún cambio visible, y tras propagarse de África a Europa, China y Australasia, el “homo erectus” empieza a declinar hasta su practica extinción…, excepto uno de ellos, que por la magia del “birli-birloque” o más bien para que encajen las hipótesis de los evolucionistas,  éste sufrió una mutación (macroevolución) que incrementó la capacidad craneal nada más y nada menos que de 950 cc a 1.450 cc, contradiciendo incluso todas las leyes conocidas de la evolución, dando paso al que los paleoantropólogos señalan como sin duda “el más claro antecesor nuestro”.
 
La primera idea que nos viene a la cabeza cuando tratamos de pensar en los orígenes del ser humano, eso sí, siempre y cuando no seamos “creacionistas”(es decir, que creamos firmemente en la “creación” del ser humano por voluntad divina tal y como nos narra el Libro del Génesis o cualquier otro libro sagrado sea de la religión que sea) será la de asociarnos con algún antecesor de rasgos simiescos como los de un chimpancé, orangután o gorila. En principio esto no tendría que tener mucho fundamento, básicamente porque estos antropoides tan simpáticos son de la familia de los “púngidos” y nosotros los humanos estamos encuadrados en la de los “homínidos”, de los cuales somos sus últimos representantes, pero desde muy pequeños nos han inculcado que nosotros los humanos estamos estrechamente relacionados con todos los tipos de primates a pesar de existir numerosas diferencias.
 
 Como decía al principio, cuando en 1.859 Charles Darwin dio a conocer su “Teoría de la Evolución” en la que explicaba el origen y la evolución de las especies, no pudo aportar en ningún momento ninguna prueba de dicha evolución dentro de la especie humana. Mucho ha llovido desde entonces y hasta el momento ningún antropólogo evolucionista, es decir, partidario de la teoría de la evolución expuesta por Darwin, ha podido  aportar ni un solo fósil  que probara la existencia de un eslabón perdido entre los supuestos antecesores del hombre y el actual ser humano conocido como “Homo Sapiens”.
 
 Y ellos mismos lo saben perfectamente, como es el caso del profesor John Gliedman, que asegura: “…no hay ninguna evidencia fósil o física que conecte al hombre directamente con el mono…”. Es más, el anatomista británico Lord Zolly Zuckerman nos dice: “…no hay nada de ciencia en la búsqueda de los antecesores del hombre…”. Otro eminente hombre de ciencia como D.J.Futuyma admite: “...los científicos son tan humanos como cualquiera, por lo tanto la literatura sobre estos temas sufre de una profusión de declaraciones no respaldadas por la evidencia y de presupuestos no enunciados y mayormente no probados. Los cánones del origen científico a menudo no se aplican para nada a las preguntas profundamente importantes de la biología humana…”.
 
 Pero… ¿qué diferencias tan abismales son las que llevan a los propios científicos a hacer estas declaraciones acerca de nuestra relación con nuestros “primos” los monos? Antes de establecer algunas de las diferencias existentes tengamos en cuenta las afirmaciones del famoso biólogo Thomas Huxley  quien en su momento afirmó: “...los grandes cambios en las especies se producen a lo largo de decenas de millones de años, a la vez que los realmente importantes necesitan unos cien millones de años…”.
 
 Recordemos ahora que hace aproximadamente unos veinte millones de años vivió en África Oriental uno de los primeros candidatos a establecer línea directa con nuestros antecesores, estamos hablando del “procónsul”. El “australopithecus afarensis” vivió hace entre 3,6 y 3,2 millones de años. El “australopithecus ramidus” tiene unos 4,4 millones de años. El “australopithecus anamensis” ronda los 4 millones de años. El “robustus” correteaba por nuestro mundo hace unos 1,8 millones de años. El “africanus” hace unos 2,5 millones de años. El “australopithecus avanzado” hace unos 2 millones de años. El “homo erectus” unos 1,5 millones de años… etc, etc.
 
 ¿Cómo es posible en tan poco periodo de tiempo un cambio radical entre ellos y nosotros? ¿Dónde están las decenas y decenas de millones de años necesarias para la evolución del ser humano como teoriza Thomas Huxley e incluso el propio Charles Darwin? No le demos muchas vueltas a la cabeza, no hay respuesta, y más si lo hacemos con un criterio evolucionista.
 
 Veamos ahora algunas de esas diferencias:
 
 La principal de todas ellas es que el ser humano tiene 46 cromosomas frente a los 48 de nuestros parientes los monos. La teoría de la selección natural no ha podido probar cómo se produjo la fusión de dos cromosomas, por lo que sólo existen teorías, pero repetimos que no está probado. Se suele recurrir con “afirmaciones trampa” como que entre el hombre y un chimpancé, por poner un ejemplo, solo hay un 2% de diferencia en el ADN, pero sin embargo con esta afirmación se suele olvidar que sólo un 1% de los tres mil millones de pares base del genoma humano representan treinta millones de pares base totalmente diferentes.
 
Entrando ya en más detalles observemos la piel del ser humano. Inicialmente no está adaptada para soportar la radiación solar, si exceptuamos en menor medida a la raza negra, teniendo en cualquier caso que protegerse de la exposición solar cubriéndose con ropas o refugiándose en zonas de sombra. Los primates al contrario que los humanos no han perdido el pelo corporal, lo cual les proporciona una eficaz protección. Es curioso destacar que el pelo en la cabeza de los primates crece hasta alcanzar una cierta longitud, deteniéndose  posteriormente, lo mismo que las uñas de manos y pies. Todo lo contrario ocurre con los seres humanos que tienen que recortar periódicamente pelo y uñas sino quieren alcanzar enormes proporciones.
 
La capa de grasa inferior de nuestra piel es diez veces superior a la de los monos, lo que impide una peor recuperación  en cortes y heridas. Morfológicamente los cráneos son muy distintos, pues su diseño y ensamblaje los hace diferentes, como lo es también la posición de la laringe, mucho más baja en el ser humano, al igual que la epiglotis que no puede alcanzar el paladar, impidiéndonos respirar y tragar a la vez de modo simultáneo, corriendo el riego de asfixiarnos.
 
A nivel sexual, las hembras de los primates tienen como la mayoría de los animales unos ciclos de celo muy definidos, en lo que exclusivamente se muestran receptivas sexualmente. Por el contrario, la hembra humana, a pesar de tener un ciclo biológico similar en el cual sólo puede concebir durante unos pocos días al mes, no limita su receptividad sexual, algo extraño que no puede explicar la selección natural. Tampoco tiene lógica el tamaño del pene humano, mucho mayor proporcionalmente que el de sus parientes los simios, que junto a un ángulo vaginal  diferente de la hembra humana facilita la cópula cara a cara. Incluso la propia duración de la cópula y el orgasmo son un contrasentido evolutivo, como lo es también la falta de un hueso en el pene humano en contraste con otros mamíferos que les permite copular rápidamente y así no exponerse a peligros en un entrono hostil.
 
Para finalizar no deja de ser igualmente curioso observar nuestros hábitos alimenticios. Mientras que la inmensa mayoría de los animales tragan los alimentos al instante, los humanos nos permitimos el lujo de masticarlos durante varios segundos, y otros tantos más en transportarlos de la boca al estómago. Y no menos curioso es el observar cómo las crías del ser humano son las más desvalidas que existen en el momento del nacimiento, dependiendo en un 100% de sus padres. Basta ver a las crías de otras especies, que en escasos minutos ya pueden incorporarse del suelo y en pocas semanas llevar su vida independientemente para preguntarnos dónde se supone que tuvo lugar una evolución larga y pacífica que permitiese al “homo sapiens” encajar en el actual esquema de los reyes de la evolución en un periodo tan apresurado de tiempo como quieren hacernos creer los evolucionistas.
 
Así podríamos estar una hora tras otra, línea tras línea y párrafo tras párrafo, y no llegaríamos a nada que nos indicase una clara señal a la cual aferrarnos para empezar ni tan siquiera a descubrir cuál pudo ser el origen de la inteligencia humana. Una inteligencia que para el propio Darwin siempre estuvo sustancialmente relacionada, y este es un dato muy importante, con la evolución del cuerpo, y por tanto, en un proceso lento y continuo, un avance a base de pequeños pasos y mucho tiempo, que se contradice con el aumento de la noche a la mañana en un 50% de la capacidad cerebral del “homo erectus” que citábamos anteriormente.
 
Por el contrario, el otro gran evolucionista contemporáneo de Charles Darwin, y nos referimos a Alfred Russell Wallace, consideraba que en ningún caso podía aceptarse que las facultades intelectuales y morales del hombre fueran producto de la evolución, es decir, el haber obtenido el grado de “seres humanos” poco a poco. El creía en un único y gran salto cualitativo, en algo sobrenatural. Mayoritariamente se impuso la teoría de Darwin, si bien ni uno ni otro, así como sus herederos intelectuales, han sabido dar las respuestas a las incógnitas planteadas, como en este caso sobre los orígenes de la inteligencia humana, donde la línea aceptada de descendencia del “homo erectus” es tan solo un modelo posible, pero nunca jamás una prueba clara y precisa.
 
Guste o no a los darwinistas, la selección natural que ellos defienden contraviene la primera regla de la ciencia moderna conocida como la “Teoría del Reduccionismo”, que explica que todo en la Naturaleza puede circunstancialmente ser descrito en términos científicos verificables, por lo que inherentemente, no hay hechos desconocidos. Que nosotros sepamos, no hay ninguna evidencia fósil o física que conecte al hombre con el mono. Los propios paleoantropólogos han equiparado la tarea de seguir el rastro fósil humano a la de tratar de reconstruir toda la trama de "Guerra y paz" a partir de trece páginas elegidas al azar.
 
"El azar es una palabra vacía de sentido, nada puede existir sin causa." (Voltaire).
 
 
 
 
 
 
 
© Carlos E. Casero, 2007 – Derechos reservados.