Si bien muchas de las líneas y formas que componen la totalidad del conjunto de Nazca están orientados a diferentes astros y constelaciones, no es menos cierto que distintos estudios realizados con avanzados programas de ordenador han sacado a la luz, que no más del 20 por ciento de estas líneas y figuras poseen una orientación astronómica, lo que ha hecho pensar que todas las orientaciones o al menos gran parte de ellas, no sean más que el producto de la casualidad, dado el elevado número de formas existentes. No se explica del mismo modo que tuvieran que recurrir a estos dibujos para planificar el movimiento de los astros, para así poder organizar la agricultura, teniendo numerosas referencias geográficas (picos, cerros, montañas) en la zona, que bien podrían haber cumplido igualmente esta misma misión.
Por otro lado, resulta enormemente complejo el poder realizar dibujos tan cuidadosamente trazados a través de cerros y barrancos sin desviarse de su dirección original. Se ha llegado incluso a plantear por parte de arqueólogos conservadores y poco dados a fantasías que, los indios nazca eran poseedores del conocimiento del vuelo, y que habían desarrollado un sistema de globos aerostáticos que les permitieron ejecutar desde el aire, estos monumentales dibujos. Incluso existen indicios documentales, como el relato de diferentes conquistadores que aseguraron haber visto a los indígenas volar en naves por el cielo, y también el experimento llevado a cabo por Julian Nott y Jim Woodman, consistente en hacer volar un globo al que bautizaron con el nombre de "Cóndor", construido con materiales de la zona de Nazca, logrando remontar el vuelo a una altura de 200 metros.
Sin embargo no hay ni una sola representación gráfica de estos globos pre-incaicos en las numerosas muestra de cerámica recogidas en toda el área, y en donde si aparecen constantemente el mismo tipo de dibujos y formas geométricas que se dibujan en toda la zona de las pampas de Nazca.
Otros por el contrario, como es el caso del investigador suizo Erich Von Däniken, no han dudado en señalar que este emplazamiento sirvió como zona de despegue y aterrizaje de naves voladoras por parte de visitantes de otros mundos, que utilizaron un lugar debidamente señalizado para poder enviar desde naves nodriza orbitando en el exterior del planeta, vehículos más ligeros de transporte a la superficie de la Tierra. Esta teoría no explica muy bien la presencia de los distintos y numerosos dibujos, y además, lo abrupto del terreno y la delicada superficie de polvo que cubre el suelo, tampoco parecen favorecer el aterrizaje de pesadas naves. Existen también, antiguas leyendas incas, que se refieren a la presencia de un mítico rey llamado Antarqui que logró vencer a sus enemigos dirigiendo a sus ejércitos desde el aire.
Sean cuales sean los motivos que impulsaron a sus constructores, permanece como uno de los mayores misterios al que la arqueología se ha enfrentado, y al que por el momento no ha podido dar respuestas satisfactorias.
Gran parte de la dificultad de poder encontrar posible soluciones, comienza con los perjuicios que conlleva el admitir que existen numerosas evidencias repartidas por todo el mundo que señalan inequívocamente el alto conocimiento de aeronáutica de los pueblos de la antigüedad y que iremos desgranando poco a poco en otros artículos en Tercera Vía.
Hoy en día, esta zona arqueológica Patrimonio de la Humanidad, corre un serio peligro de desaparecer. Las columnas de polvo que levanta el incesante tráfico que pasa a diario por la Autopista Panamericana, se están depositando gradualmente sobre la superficie de los dibujos y líneas. Si no se remedia, tal vez pronto estos maravillosos dibujos pasen a formar parte de una leyenda, como tantos otros lugares del mundo que han sido víctimas de la mano del hombre.
Carlos E. Casero
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